Erradicar la violencia escolar

    15 oct 2023 / 09:00 H.
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    A pesar de los incesantes casos de violencia escolar en los últimos años esta pasa por ser uno de los problemas que rápidamente borramos de nuestra memoria. La prensa, en todas sus versiones, nos despierta una mañana cualquiera con la noticia de una agresión en un centro educativo para pocos días después caer en el olvido sin que aparentemente se tomen las medidas necesarias. Impera la ley del silencio. La violencia escolar, en todas sus formas, es un fenómeno cada vez más extendido y que afecta a numerosos niños y niñas en edad escolar con las consecuentes y graves repercusiones en su salud física y mental y, como no, en el rendimiento educativo. Curiosamente la violencia activa su presencia en el espacio más culto y civilizado de la sociedad como son las instituciones educativas y, en este sentido, ni la sociedad ni ellas mismas pueden ser cómplices silenciosos de la impunidad antes situaciones de violencia. La situación se agrava cuando la violencia se ceba en personas con algún tipo de discapacidad convirtiéndose en la población más vulnerable a sufrir maltrato y abuso. La Unesco, en sus diferentes publicaciones, considera indispensable abordar la violencia escolar para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), específicamente el Objetivo 4 que debe garantizar una educación inclusiva y el fomento de oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida y el objetivo 16 que pretende promover sociedades pacíficas e inclusivas. A todo ello se une la campaña Safe to Learn (Entornos Seguros de Aprendizaje) que pretende poner fin a cualquier tipo de violencia escolar para el año 2024 mediante propuestas que aumenten la sensibilización sobre esta problemática y las consiguientes medidas de ayuda, refuerzo y cooperación para su eliminación. No debemos caer en la equivocación de menospreciar la importancia de una problemática real que se vive a diario en muchos centros educativos y mucho menos negarla o relativizarla, sobre todo, porque la violencia escolar está generando procesos de exclusión no deseables que apuntan a que la capacidad de influencia de las instituciones educativas en el proceso educativo se ha debilitado de manera ostensible. La exclusión, aun cuando ha existido siempre, es un grave problema en el mundo actual que, aunque se manifiesta en el ámbito educativo, familiar e institucional es fundamentalmente un problema de índole social. Por ello, la primera cuestión que debemos abordar es si la violencia en las instituciones educativas debe ser considerada un fenómeno específicamente educativo o si, por el contrario, es un fenómeno generalizado en la sociedad. No olvidemos que los centros educativos son un escenario más donde se ponen de manifiesto acciones de violencia, pero no es el único. También existe violencia en las redes sociales, en las calles de nuestras ciudades y en los medios de comunicación. Una segunda cuestión que debemos afrontar como factor explicativo de la violencia escolar es la familia. La familia es un escenario fundamental para el aprendizaje de las diferentes formas de relaciones interpersonales y un elemento muy relevante en el análisis de la conducta y estilo de vida de los niños y adolescentes. Por último, una tercera cuestión y no por ello de menor importancia tiene que ver con la formación del profesorado (la eterna olvidada en nuestro país). La nula o escasa actualización profesional sobre competencias socio-afectivas y de desarrollo personal y para la convivencia puede estar también en la raíz del problema. A pesar de la complejidad que encierra la violencia escolar, por los múltiples factores que inciden en ella, debemos tener muy claro que no podemos seguir permitiendo actos de violencia en las instituciones educativas. No podemos mirar para otro lado. Ningún niño o adolescente puede ser maltratado por sus compañeros sin que logre una justa respuesta de protección y apoyo.

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