Éntrecôte
al punto

07 mar 2019 / 13:48 H.

Charles Bukowski suscribe un cuento grosero ¿vomitivo? Desde el epígrafe “Deje de mirarme las tetas, señor” hasta el mismísimo punto final. Bukowski significa que las cosas no son como debieran ser, y que además tampoco son como parecen. El hecho ocurrido —distinto del cuento de Bukowski— fue que, acabando el segundo plato, la anfitriona preguntó: “¿A alguien le apetece más?”, y que el niño, un morlaco cuatreño, con más de setenta arrobas, de la divisa azul, encarnada y oro de don Samuel, contestó, autoritario y autosuficiente, “¡yo sí tomaría más, si hubieras hecho bien las cosas!”. Fue un instante tenso. “¡Escucha!”, grité, de pronto, a aquella mole (sorprendiéndome a mí mismo, porque la violencia no forma parte de mi natural). “¡Si quieres el entrecôte más hecho, levanta tus hermosas nalgas de la silla, vete a la cocina y lo pasas por el fogón! ¡Aquí te esperamos!”. Pero el morlaco no entendió. Nadie le había replicado nunca, por eso me miraba incrédulo. Empezó a embotársele la cara. De haber podido, aquel bicho me mataba allí mismo. Por fin terció la mamá: “No se preocupe usted, don Fulano: ya voy yo. Lo importante es que el niño coma”. Bukowski tiene razón. Muy rara vez las cosas son como deben.