Entre Úbeda y Baeza

01 may 2019 / 09:36 H.

Les llaman, a los habitantes de Úbeda, “bacines”, y ellos responden a los de Baeza con otro vocablo no menos sonoro: “Bambollas”, ambos son seudogentilicios, o dicho de otro modo, hacen alusión a lo que se vienen llamando “motes colectivos”. El primer término aquí mencionado, referido a la primera población, les viene otorgado a los ubetenses —este último, sí, gentilicio oficial— como apodo basado en el nombre que se da a los orinales que se construyen dentro de su celebérrima industria de la cerámica. En el segundo caso, se les nombra así para calificar a sus habitantes de “orgullosos” o similar significado. Claro está, en ambos casos, con un cierto ánimo despectivo. Pero esto debemos aceptarlo como algo completamente normal, ya que desde el inicio de los tiempos unos pueblos intentan “meterse” con otros aledaños con mayor o menor fortuna empleando toda fórmula lingüística y, sobre ello, ya dediqué algún artículo en alusión directa a la Dictadología Tópica, disciplina así bautizada por el Premiado con el Nobel de Literatura, don Camilo José Cela. “Lo despectivo” no habría de entenderse más allá de una mera función lúdica del lenguaje, es evidente que su significado menos connotativo no es lo que prima, sino, sobre todo, el aspecto de la rima, y no siempre (en este caso, más bien referida a otras manifestaciones dictadológicas como podrían ser los chascarrillos o cantares populares, solamente por poner un ejemplo). También la paremiología es rica en esta zona de Jaén cuyos “cerros de Úbeda” se han hecho famosos más allá de nuestras propias fronteras. “Ni en Baeza naranjos, ni en Úbeda hidalgos”, se trata, al mismo tiempo, de un refrán que data del siglo XVI y en el que se afirmaba que por aquella época, ni una, ni otra cosa, aparecían en ninguna de las referidas poblaciones renacentistas. Pero, en realidad, lo que debiera tenerse claro, habría de ser el mensaje de cada una de estas manifestaciones del saber popular: Si los habitantes de unos pueblos y otros no se consiguieran sobreponerse a lo que debería considerarse anecdótico y curioso —como estas formas de denominación seudogentilicia—, se pecaría de ignorante y fomentaría un malestar del que siempre hay que estar por encima.