Entre el polvo y la paja

27 abr 2021 / 10:19 H.
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Un sabio refrán dice que “el árbol tapa el bosque”, y ocurre también que entre el polvo y la paja se olvida que está el grano, que en definitiva es lo importante. De entre la maraña de noticias escandalosas, desacuerdos y populismos hechos a base de tuits exagerados, hay al fin algunas realidades que alivian y mitigan las incertidumbres y tristeza acumuladas en este segundo año de pandemia. Una de ellas —tal vez la más importante— es la velocidad que va alcanzando la vacunación en España, contra los agoreros de toda laya y negacionistas persistentes. Resueltos los retrasos en la recepción de vacunas, el ritmo va a unas cuatrocientas mil diarias y se han superado ya con creces los diez millones de personas que han recibido al menos una dosis; esto hace pensar en que se alcanzará la inmunidad de grupo a finales del próximo verano. Es una buena noticia y así hay que reconocerlo, ¡quién nos lo iba a decir hace unos pocos meses! Hemos apostado por la ciencia y ahora se vislumbra el principio del fin de esta tragedia colectiva. La mayoría de los españoles hemos atendido a las recomendaciones sanitarias y de civismo y en esas andaremos porque hemos demostrado madurez como pueblo.

Con la crisis sanitaria sobrevino una crisis económica que agravó aún más los problemas que ya teníamos en España en forma de desempleo, baja productividad, precariedad y escasos salarios, añadida la excesiva dependencia de algunos sectores como el turismo. Pero también aquí tenemos buenas noticias, como ha sido el desbloqueo por parte de la Comisión Europea de los fondos de reconstrucción, de los que nos corresponden más de ciento cuarenta mil millones de euros de sobreinversión, en los próximos años y dedicados a estimular sectores muy concretos. Es una oportunidad de modernización y renovación para nuestra economía, tan importante como lo fue nuestro ingreso en el Mercado Común Europeo. Deberíamos dedicar lo mejor de nuestros esfuerzos a no desaprovechar esta gran ocasión para ver el presente y el futuro con algo más de optimismo y esperanza. Estas perspectivas son las que invitan a crear un clima de reconstrucción que nos proporcionan la ciencia —con las vacunas— y la solidaridad europea —con los fondos de reconstrucción—. Esto es política y no esos espectáculos vergonzosos de descalificaciones y mala educación. En la crisis de 2008 el Estado apostó por salvar al mundo financiero, ahora, en ésta, por salvar a las personas y a las empresas.

Estoy convencida de que estas cuestiones, en positivo, son las que han de dominar la esfera y el debate público, aunque a veces parece que lo importante es el griterío alrededor de los falsos dilemas que plantean unas elecciones regionales para algo menos de dos años, como son la de Madrid. Oímos conceptos grandilocuentes como libertad, comunismos, fascismos, olvidando que lo que se busca es un gobierno para una Comunidad Autónoma que gestione la sanidad, la educación y la cohesión social. Pero estos temas están tapados. Por si faltaba poco han irrumpido las amenazas de muerte, que todos los demócratas hemos de rechazar y condenar, sin paliativos y sin medias tintas.

Todo ello nos recuerda que ahora tenemos un buen programa como país: Vacunación, reconstrucción económica y la defensa de la democracia que nos dimos a nosotros mismos en 1978. Estas son las buenas noticias en estos atribulados tiempos.

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