Enriquecer lo propio

18 abr 2016 / 17:54 H.

El mundo que hemos creado se caracteriza especialmente porque es fiel reflejo de nosotros mismos. Con poco que miremos la realidad nos daremos cuenta que adolece de nuestras propias mezquindades y falacias, también de nuestras riquezas de eso no hay duda. Nuestro mundo está fragmentado. El culmen de toda esta segmentación alcanzó su esplendor en la Ilustración cuando decidimos dar toda nuestra credibilidad a la razón. Ahora, inhibidos y desconectados de nuestras emociones y deseos, vivimos sólo lo que creemos estar viviendo según nuestra mente. Esta es la razón por la que cada uno se cree sus propias ideas y, en definitiva, sus propias mentiras pues es absurdo pensar que una sola persona pueda poseer una verdad que sea universal para todos. La verdad sólo se alcanza en un diálogo sincero entre verdades y, en este sentido, cada uno poseemos una pequeña verdad que compartir y que no es sólo fruto de la razón sino que está enriquecida de emociones. Las creencias deben sentarse a dialogar entre ellas para que nuestra experiencia de la vida tenga una mayor amplitud y tenga la posibilidad de enriquecerse. Cada cual es único en la medida en que comparte lo que le es propio, en la medida en que entrega su originalidad al resto de personas.