En torno al Arco del Consuelo
En torno a las catedrales se ha desarrollado el pulso de las ciudades. El barrio es otra cosa. Ausencias y presencias nos abrazan desde él como inquietantes miradas que desean revisitar nuestra casa interior. Lugares por donde corrió la niñez aprendiendo a detener los impulsos en aquella España vigilada y gris. Barrios escasos de atención, de tipología y conservación muy de la mano del devenir de la época. Fermento de vivencias arropadas por el calor de los días, pero también lugar de la memoria que nos lleva a un concepto de autoctonía contemplada al socaire de aquella Grecia en la que, según cuenta Heródoto, cuando Solón se encontró con Creso, último rey de Lidia, este no dudo en preguntarle si había visto al hombre más dichoso del mundo, a lo que Salón respondió con el nombre de Telo de Atenas. Hombre sencillo que había vivido y trabajado por su ciudad encontrando la muerte en la batalla librada en Eleusis lo que para él, como escribe Irene Ortiz, garantizaba una sepultura pública.
En aquel germen descansa el empeño de muchos alcaldes y el discurso de ciudadanía que, en ocasiones, comparten estos con sus semejantes. Modelos hoy muy distantes a los de aquella ciudad imaginada por Platón. Singularidad que, no obstante, pudiese aú acariciar una reactualización de términos como meteco. En cualquier caso, es de mucha razón, poner de relieve el alivio que suponen las asociaciones vecinales, entre las que “Arco del Consuelo” cumple tres decenios. Modelo que, hasta donde conocemos, entronca con el aliento de la abierta convocatoria de pintura “30 aniversario AAVV Arco del Consuelo. Exposición de espíritu popular mostrada en las salas de la Diputación Provincial comisariada por Carmen Pérez Miñano y Gabriel Ureña Portero. Si, efectivamente, “Arco del Consuelo” tiene una destacada posición en el tablero de la ciudad merced a sus actividades, pero también, nadie lo dude, debido a su naturaleza de barrio alumbrado desde el mismísimo costado de nuestra Catedral. Territorio que constituye un privilegiado puente entre los jiennenses.. Aliento, no en pocas ocasiones, procedentes de su propia nervadura estética, desde cuyo solar, se deja sentir un pálpito que alcanza a las calles y callejones que corren envueltos en una dominante de claror algodonoso y cálido aún por precisar: el misterio popular percibido por Miguel Hernández al pisar calles como Arco del Consuelo... lugar de atracción y tabernas como Gorrión, pero también, y sin que nadie deba hacerse dueño del santo y la limosna, solar sobre el que Juan Carlos, barman Juan argentino, abrió un restaurante tan puntero que incluía un mural eliminado tras un traspaso anterior al de Vicente.. Tampoco es de olvidar, la primera marisquería inaugurada por Carlos Guerrero, ni “Monte Rey”, años después propietario, entre otros negocios hosteleros, de “Montemar”, en cuyo comedor acabaría un fragmento del crecido bodegón con fondo del mar Mediterráneo pintado por Cerezo Moreno para la citada marisquería cuando había cruzado el ecuador el pasado siglo. De mayor vocación cultural fue la calle Maestra: el “Manila”, en cuya terraza, otrora se daba cita con Don Manuel Caballero algún amigo de parecida sensibilidad intelectual y quienes precisaban de alguna consulta con él sacerdote debido a una tesis doctoral. Dos asociaciones, a la sazón de notable interés: Circulo “La Peña” y el “Club Alpino”, centros de aliento distante del que animó aquel “6x4=24”. Ambos con exposiciones en sus programas respectivos.
Lugares de ocio y cultura entre los que, desde 1972, destaca un punto de atención tan principal como es La Peña Flamenca a escasos metros del número tres de la, para mí, aún calle Talavera, cuyo tránsito hotelero (“La Española”, “Suizo”, “La Manchega”...), escondía nuestro pasar hacia el domicilio de la poetisa María Teresa de Gregorio Santamaría (Jaén, 1921-2000) quien, con sus hijas, Teresa y Cristina abrigaron el diálogo de amigos y escritores durante los sesenta del pasado siglo: poetas como Eulalia de la Higuera, Pepe Guevara, Fanny Rubio, Bernabé López, Álvaro de la Iglesia, a la sazón, Director de “La Codorniz”, Maribel Damiani, el cantautor Antonio Mata, Manolo Rubio, Juan de Dios González, el guitarrista Japonés Hideo itoh y la soprano Kunie Iman... Amigos entre quienes recuerdo también a María Lage y Enrique Uribe Valdivielso, poeta que, con el argentino Julio Campal, había iniciado por aquellas calendas el movimiento “Poesía concreta”.
Casa, luego de la mía, en la que habitaba Julio Enrique Miranda durante sus regresos a Jaén, poeta cubano, cuya trayectoria queda soberbiamente reflejada en el riguroso estudio de Fran García Matute “Maquillando el cadáver español de Julio E. Miranda” publicado en el numero 4 de la revista sevillana Calle del Aire aparecida en 2022. Esto, sin ocultar el paso por el domicilio citado del director de cine portugués José María Nunes el día del estreno español de “Noches de vino tinto”, ni soslayar el nacimiento en el barrio de Manuel Ángeles Ortiz, habitante de la casa donde hoy hace comercio el Café Bar Montana.