En la España dormida

12 jun 2017 / 11:15 H.

Pocos ejercicios tan reconfortantes como volver al pasado. Los recuerdos felices se amontonan. Embellecemos los eventos positivos, limpiamos de suciedad las apolilladas estancias de la memoria... dejamos a un lado la venganza. Si ésta es un plato que se sirve frío, a un servidor el paso de los años le ha quitado el hambre, camino de la anorexia total en el terreno arenoso de las cuentas pendientes. Asuntos terribles que a los 25 años me costaba años digerir, ahora son cuestión de una estación. La maldita primavera del 17 ya abre las puertas a un verano que promete calor sahariano frente a las Tiesas de Toya, brisa y bellezas junto al Cantábrico, teatro, lecturas, películas sin límite... y algún amor inconsistente, levedad tan soportable como refrescante. ¿Alguien ofrece más? Pues lo compro.

Y mientras llega la calima, pienso en el tren que me llevará hacia el norte, metáfora vital del paisano Sabina, con trenes limpios para romper el maleficio de tiempos de agonía. Parece mentira que hayan transcurrido 40 años de aquella vez primera cuando votamos en libertad. La que habíamos soñado, por los Cerros de Úbeda, Eliseo, Elena, Arturo, Cati, Juan de la Cruz, Joaquín, Chema, los José Marías... y unos cuantos más. Reuniones secretas, pobladas de vino tinto y pinchos de tortilla, que desembocaron en las páginas de los diarios nacionales: los comunistas habían abierto su sede en las dependencias alquiladas de un convento, en pleno casco histórico ubetense. Casi como con la fundación del Quinto Regimiento. ¿Hasta dónde íbamos a llegar con la naciente democracia?

Despierta la sonrisa el pasado, si se contempla sin ira. Jaén era entonces, para qué negarlo, una tierra dormida, la última de la fila, amenazada de esclavitud por sus olivares, sangrada con particular ensañamiento durante veinte años de feroz emigración. Comparado con aquello, la diferencia abruma. Parecen haber transcurrido siglos desde que pinchábamos a los Credence o a Jane Birkin en el juke box de un bareto, mientras llegaba el autobús para Cazorla. Con los clandestinos Mundos Obreros escondidos y apretados por los vaqueros, hijo, no sé qué manía tienes de comprarte los pantalones de a diario siempre con una talla de más... ¡La pobre!

La realidad jiennense actual, cuatro décadas después de aquel 15-J consagración de Suárez Felipe, anuncio del ocaso para Fraga y Carrillo, ha suavizado sus tintes. Cambiaron tanto nuestros pueblos, crecieron algunas de nuestras ciudades, declararon Patrimonio de la Humanidad nuestras joyas más preciadas... Atravesar Despeñaperros dejó de ser un suplicio, los olivares reciben goteo y subvenciones a manta, y hasta disfrutamos de una más que reluciente Universidad. Razones para la alegría, haylas. También para el desencanto.

Cuarenta años de democracia no han sacado a Jaén de la peña de las provincias dormidas, del colgajo de la irrelevancia. Se vive bien por aquí, atesoramos bienes impagables en el ámbito ecológico y monumental, en el silencio y la calma de nuestras calles, en el dolce far niente de las peñas deportivas y los hogares de jubilados, en el transcurrir sin objetivos de nuestras residencias de ancianos. Pero no es suficiente. Jaén sigue jugando en la misma división, en la segunda B, y no estoy hablando de fútbol. No estamos solos, militamos junto a Teruel, Soria, Lugo, Asturias o Badajoz. En la España dormida. En la división del sesteo, no por dulce menos narcotizante y peligroso.

Que la mayoría de nuestros jóvenes que hoy inician sus pruebas de acceso a la Universidad barajen su futuro con vistas a Edimburgo, Manchester, Francfort del Meno o Lyon provoca desasosiego, a poco que uno sea mínimamente responsable. No se instalarán en la España dormida, la revolución digital les empuja hacia un cierto exilio. Embellecido por tanta bella giovinezza, adornado por el dominio del inglés, la lengua del sistema, mitigado por el skype, pero exilio al cabo. Sin ellos, sin su talento, su inteligencia y su capacidad para crear y procrear, el futuro de nuestra tierra está en cuestión. No es eso lo que soñábamos aquel 15 de junio. ¡Ójala que esta somnolencia, como el sopor de las siestas de agosto, esté de paso!