En el recuerdo

05 mar 2022 / 16:30 H.
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En este año se cumple el cincuentenario de la creación de la Peña Flamenca de Jaén. Será tiempo pues, para el recuerdo. Por ello desde esta opinión me situaré en dos nombres de dos socios que fueron fundadores de la entidad. Me refiero a Fausto Olivares Palacios y Francisco Cañada Cejudo. Yo tuve la suerte de acompañarles en la realización de este hecho cultural. Ellos, los dos, fueron personas de grandeza, trabajo y entrega.

Pasado el tiempo, desde la cercanía uno o lejanía otro, nuestra voz, la voz de la amistad, sentida y llorada, una vez más, quiere testimoniar en estas líneas, nuestro pesar por la pérdida de Fausto Olivares, fundador que fuera de nuestra Peña Flamenca, pintor de actitud jonda y amor al flamenco. Y Francisco Cañada, toda una vida de entrega a la entidad de sus sueños. Con su adiós el mundo flamenco perdía el eco más cabal y autentico del aficionado al cante.

Francisco Cañada Cejudo. Se ha dicho, —yo lo certificaría— que Francisco Cañada, era el alma de la Peña Flamenca de Jaén. Porque Paco era hombre de serena actitud y con mirada asequible a la amistad; santo y seña de toda persona llamada a ser buena, por encima
de todo. Nominado a ser candidato a proclamar, en un mundo de discordia, que la bondad era riqueza asequible para todos.

Y como buen aficionado, la discografía de Paco, era rica y variada. No faltaban cantaores de larga y añeja leyenda histórica, junto a jóvenes que empezaban a demostrar su saber a la vez que sus facultades ya ofrecían capacidades para la recreación desde nuevos conceptos musicales, pero buscando la ortodoxia, como esencia para definir el cante.

El corazón escribe: Amigo Paco: ¿Por qué te fuiste? Todavía tu sonrisa nos acompaña y como recuerdo, traigo aquí el dolor que nos dejaste. Paco en eterna despedida. Con la serenidad de las personas como él.

Fausto Olivares Palacios. Y, cómo no, hoy la mirada busca, necesariamente, la herida abierta que permanece, mientras mis ojos se humedecen de lágrimas y recuerdos, al recordar a mi entrañable amigo, Fausto.

Madrugada de cante en la Peña Flamenca. Añoro y vivo. Nuestro interés en recoger la herencia de Pepe Polluelas. Ecos, melismas, difíciles de olvidar. Todos éramos cómplices de emociones. Françoise Gérardin, “Fafa”, puso orden
al diálogo y definió: En el murmullo confuso una guitarra torpe acompaña los choques ruidosos del vino... Una voz. Una voz tan sorda dijo “levántate tempranito”. Por soleá la guitarra. Por soleá la intención.

Con él, con Fausto Olivares, pintura y flamenco se unen para ahondar en las raíces y sacar a la luz de los pinceles, las más hermosas e inéditas secuencias del cante, el toque y el baile en una exposición de misterio y armonía, de quejío desgarrado o compás desesperado.

Pintura de Fausto Olivares, desde el conocimiento y la perfección hasta crear una reyerta de soles. Rompió un cristal de sueños para que naciera el arco iris. La memoria, en arrebato de versos, pregunta a la noche: ¿Dónde estarán aquellos mis amigos dormidos por el tiempo?

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