Empoderamiento de los necios

    12 sep 2022 / 16:05 H.
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    Silencios preocupantes, los que han mantenido, aún mantienen e infelizmente a futuro mantendrán, muchos ciudadanos de bien, mucha gente de orden, anónimos competentes y educados que pululan por esta vida acongojados por el tsunami de incompetentes y necios sin educación, que hacen mayoría social en esta nuestra España que parece ir a la deriva en valores y ética. Me explicaré... hace unos días en una concurrida ciudad costera, compruebo cómo el semáforo se pone en verde y el conductor del primer coche se despista. Pasados 10-20 segundos, observo cómo el conductor del coche que le sigue decide dar un ligero toque de claxon. ¿Qué sucede? Pues, que mira por el retrovisor y con aspavientos, le insulta con dureza. Comienza a moverse lentamente, frena bruscamente, vuelve a insultarle. ¿Qué pensabas, que iba a disculparse por el despiste con un gesto con la mano e iniciar la marcha? No, de ninguna manera.

    Hace días, en la pescadería esperando mi turno. Gritan el 34. ¡Yo! por fin me toca, pensaría una señora de edad avanzada que iba por delante mía. Se acerca un joven y dice: Perdón voy antes yo, tengo el 25... es que estaba hablando por teléfono. ¿Qué pasó? El pescadero hizo ademán de atenderle primero. Al intervenir y solicitar que respetara el turno, ¿cómo crees que reaccionó el despistado con 9 números menos que la señora? Efectivamente, la increpó y espetó mirando al respetable: ¡qué barbaridad! no tiene usted educación, si tanta prisa tiene que la atiendan ahora. Esa misma noche, cenando con unos amigos en un restaurante, era ya casi la 1 de la madrugada y en una mesa al final de la sala se veía a una pareja que apenas si podían mantener una conversación de sobremesa porque, junto a ellos, había una familia con un niño de aproximadamente 3 años, medio dormido, mirando una película en su tablet a todo volumen y, otro de menor edad, que no paraba de gritar y corretear por la sala. ¿Te imaginas cómo hubieran reaccionado si esa pareja o alguien del restaurante les hubieran pedido que moderasen el ruido? No acertamos a saberlo, aunque sí a intuirlo. Esos silencios nos empobrecen y al mismo tiempo empoderan a los necios. El psicólogo David Dunning escribió sobre un sesgo cognitivo del que seguramente habrán oído hablar: el efecto que lleva su nombre, el efecto Dunning-Kruger, que dice: mientras los más competentes suelen estar plagados de dudas, los incompetentes tienden a estar felizmente seguros de su excelencia. Es decir, que los necios suelen ser demasiado incompetentes como para comprender lo estúpidos que son.

    Si al efecto Dunning-Kruger le sumas el “buenismo” descontrolado que domina nuestra era, llegamos a comprender la idiotez que domina los comportamientos sociales de una minoría ruidosa y empoderada por el silencio y la permisividad de los competentes. ¿De verdad vale todo? ¿Cómo vamos a progresar si admitimos el error a propósito? ¿Cómo vamos a mejorar si trasgredir las mínimas normas de convivencia se confunde con ejercitar la libertad? Sin respeto no hay reconocimiento ni aceptación. Sin respeto a las normas sociales no podemos disfrutar de una convivencia pacífica. Decía Nelson Mandela que la educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar el mundo.

    ¿Qué nos está pasando? ¿Es esta la sociedad que queremos? ¿Cuál es el beneficio social de la transgresión y el abuso de las normas? ¿Por qué la gente simplemente no se disculpa cuando comete un error? ¿Puede haber mejora si renunciamos a aprender de nuestras equivocaciones? ¿Por qué hemos dejado de ser prudentes? Todo el mundo habla de todo sin contemplaciones. Se opina sin conocer. La mentira no acarrea consecuencias. No hay pausa. No hay reflexión. El silencio ha perdido valor. “Es mejor guardar silencio y ser considerado un tonto, que hablar y despejar las dudas de todos”, decía el economista y diplomático norteamericano Arthur Burns. Opino, que tal vez sea el momento de dejar de empoderar a los necios y aplaudir a los competentes.

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