Elogio de los “telecos”

    24 feb 2023 / 18:11 H.
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    Muchas veces, en este paridero de ideas y de textos en el que me paso muchas horas solo enfrentándome al blanco absorto de una cuartilla muerta (cuartilla digital, se entiende), no oigo otra voz que la de Alexa cada vez que le pregunto por el tiempo que va a hacer mañana, o le pido que encienda la calefacción, o me diga el número premiado en el cuponazo del viernes. Hay veces que, por pasar la cadencia de las horas muertas, e instalado en la actitud existencialista de que ya no es necesario el fuego eterno porque el infierno son los otros, le pregunto: “Alexa, dime que te parezco”. Y ella desde su corazón de microchip me responde: “Eres lo más. Me flipan tus preguntas”.

    Las comunicaciones hoy en día son la leche (leche desnatada, a ser posible) gracias a los “telecos”, esto es, a los ingenieros de telecomunicación. Confieso que siento admiración por los ”telecos”, pues uno me dio la vida, mi padre, y otro me ha hecho abuelo, mi hijo. Y de cada cual me siento orgulloso porque nunca consintió uno, ni ha consentido el otro, que me quedara obsoleto o desfasado ante las tecnologías de mi tiempo para estar comunicado con el mundo.

    El viernes pasado asistí en la Escuela Politécnica Superior de Linares al acto por el cual mi buen amigo y compañero de la Orden de la Cuchara de Palo, el profesor Sebastián García Galán se presentaba ante la comisión evaluadora para ser catedrático de universidad.

    Asistimos a la exposición impecable de su curriculum docente y de investigación impecable. Y antes de exponer su proyecto de investigación basado en investigaciones de bio tecnologías aplicadas a las enfermedades producidas por arritmias cardiacas y enfermedades respiratorias, me di cuenta de lo poco qué sabemos de lo que hacen los “telecos”, más allá de los teléfonos móviles e internet.

    Entre ambas intervenciones, el presidente de la comisión de evaluación, el profesor Nicolás Ruiz, catedrático de teoría de la señal y comunicaciones, junto al resto de los catedráticos en la materia que lo formaban, promovió un debate para que el aspirante a catedrático “se mojara”, amparado en que un catedrático debe dar soluciones desde la universidad teniendo un criterio propio sobre las soluciones que da.

    Una de las cuestiones suscitadas es si han sabido vender los “telecos” su trabajo en tiempos de la pandemia, o se ha diluido entre otros colectivos más visibles. ¿Qué sería de nuestra sociedad sin las telecomunicaciones y sin los que las diseñan, las investigan y las hacen posible? ¿Qué seriamos sin internet, sin Whatsapp, sin Facebook, sin Twitter, sin Instagram, sin tik-tok? ¿Qué serían de nuestros mayores en la soledad completa, que dice el Himno a la Alegría, de las residencias de mayores en la pandemia? ¿Qué sería de la navegación aérea, de la que mi padre formó parte desde los años cuarenta del pasado siglo?

    ¿Qué sería de los servicios de emergencia y del teletrabajo? ¿Qué sería de la telemedicina, aunque quieran privatizarnos la sanidad pública? ¿Qué sería de la compañía que le hace la radio a tanta gente en soledad? ¿Qué sería de la prensa digital, aunque a veces diga muchas mentiras? ¿Qué sería de los que pese a todo dicen tantas verdades en la redes sociales, y de los que dicen tantas mentiras y se las consentimos? ¿Qué seria de los blablacar y de los viajes comunitarios de estudiantes? ¿Qué hubiera sido de Neil Armstrong cuando frente a la puerta del módulo lunar y al bajar la escalerilla pronunció aquel 20 de julio de 1969, la célebre frase: “Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad” que oímos todos?

    Evito hablar de las guerras y las injusticias retransmitidas en directo como si fueran películas de los sábados por la tarde.

    En 1973 mi padre me regaló un aparato de radio que tenía onda corta. Con el pude seguir el sufrimiento de muchos chilenos bajo Pinochet. Cincuenta años mas tarde mi hijo todos los días hace una vídeollamada desde Chile para que veamos a nuestra nieta. Muchas gracias “telecos”, sin vosotros el mundo no sería igual, e incluso hasta peor.

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