Elegir Andalucía

07 jun 2022 / 17:14 H.
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El pasado fin de semana disfruté muchísimo escuchando los carnavales de Cádiz, con la gracia y la inteligencia que caracterizan las coplillas carnavalescas. Como siempre ha habido crítica para todos, incluido el rey emérito, pero me daba que pensar la indignación que algunos mostraron con el supuesto andalucismo de Macarena Olona. ¿De verdad hemos llegado tan bajo que cuando configuramos un cartel electoral, nos da ya igual la identidad o la cercanía de los líderes que presentamos?, ¿Da igual representar a Andalucía, Madrid o Extremadura? ¿Se imaginan ustedes un candidato a lendakari que no ha vivido en el País Vasco, o un president de la Generalitat que solo ha visitado Cataluña de vacaciones? La política de los “cuneros”, esos líderes nacionales que terminan siendo diputados o senadores por cualquier provincia de España es vieja y practicada por todos los partidos. A eso estamos acostumbrados. Al fin y al cabo, nuestro sistema parlamentario no requiere un trabajo diario, ni siquiera cercano con tu circunscripción. La política nacional es la política nacional, se hace en Madrid. Sin embargo, los gobiernos autonómicos son los gobiernos más determinantes para las políticas públicas y quienes gestionan los asuntos que más nos afectan. Gestionan la educación, la sanidad, el transporte, los servicios sociales, la cultura y el ocio... Todas las políticas que condicionan nuestro bienestar o malestar dependen de la gestión de los presidentes y consejeros y consejeras autonómicas.

Por eso es tan importante que nos duela nuestra tierra, cuando nos decidimos a gobernar una Comunidad Autónoma. En Andalucía, durante muchas décadas se decía que no existía partido andalucista fuerte, porque el andalucismo histórico estaba dentro del propio PSOE, con grandes figuras ilustres entre sus filas, desde los tiempos de la preautonomía.

No hay mejor manera que hacer patriotismo andaluz que volcarse en construir infraestructuras, que esta tierra tuvo que reclamar después de medio siglo de estar a la cola. No hay mejor patriotismo que contar con universidades en todas las provincias andaluzas, que tejer una tupida red de hospitales, centros de salud y servicios públicos para asentar población y evitar pueblos despoblados. La política de los últimos cuarenta años en Andalucía frenó las oleadas migratorias de nuestra tierra hacia las comunidades ricas. Ahora no somos de las más ricas en PIB, pero si muy ricas en muchas cosas. Somos buenos en el sector servicios y turístico, en el agropecuario, en patrimonio y política cultural, pero sobre todo en una amplia malla social que ha garantizado a las clases pobres y medias andaluzas un nivel de vida aceptable. Si la deriva de los últimos cuatro años de invertir en los servicios públicos, solo las inversiones extra que vienen de Madrid, y desde la Junta de Andalucía nos limitamos a bajar los impuestos a los que realmente pueden pagar impuestos altos, esta malla social nos dudará poco. Los próximos años serán decisivos, por las inversiones estratégicas de los fondos europeos postcrisis. Estas elecciones son más determinantes que otras, no porque los andaluces hayan perdido el miedo o no a la derecha y la extrema derecha, sino porque perderemos o no el tren de un progreso que siga cohesionando nuestra tierra y no nos divida. Sin clasismos ni odios. No son momentos de quedarnos en casa, sino de votar con convicción y consciencia.

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