Elecciones y convivencia

    29 may 2019 / 09:18 H.

    Uno de los problemas que todavía se atribuyen a la democracia, otro más, este en los pueblos pequeños de, al menos, una parte de nuestra geografía provincial, es que el sistema democrático de partidos, reducido al bipartidismo, devora la convivencia. Las elecciones se convierten en periodos críticos en los que la convivencia, obligada en espacios tan reducidos, queda lastrada con los encasillamientos familia a familia, persona a persona, sean declarados o intuidos, porque si no estás conmigo, estás contra mí, en un eterno “los míos-los otros”, como dos equipos rivales hasta el fin.

    Cuando parece que España, la normal, tras las últimas generales, apunta de nuevo al bipartidismo, o así lo parece con el PSOE crecido por el retroceso de Podemos y el PP todavía vivo, sin que Ciudadanos haya logrado desbancarlo, a pesar de la corrupción y de la irrupción de Vox, muchos de los pueblos de nuestra provincia no se han movido ni un pelo. No se han enterado de la convulsión y dispersión de estos años y siguen a lo suyo, los míos y los otros, las izquierdas y las derechas, PSOE y PP. Un duelo que no se diluye en la pluralidad de otras opciones, que son residuales, y resulta especialmente feroz cuando llegan las municipales. Insultos, medias verdades o descaradas mentiras salen a relucir calcados de las tristes enseñanzas de sus líderes, y sin necesidad de ello. En un ambiente enrarecido, se recuerda o se pelea cada voto, casa a casa, cuchicheo a cuchicheo, interés por interés, para acabar en vencedores y vencidos, acreedores de los beneficios del poder y sufridores de lo mismo, haciendo difícil el nosotros tan necesario para convivir y envileciendo la democracia porque cada voto quedará pendiente de su contrapartida. El problema se enquista y agrava con la paulatina pérdida de población.

    No es culpa de la democracia, sino más bien de una falta de cultura o educación democráticas, cuando no de educación a secas. Por delante quedan cuatro años para restañar las heridas de la convivencia, tarea en la que deberían implicarse los mandatarios. Por desgracia, no siempre se persigue ni se consigue.