El voto de la lechera

    10 nov 2019 / 11:01 H.
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    No es cuento ni leyenda apócrifa que hubo alguna vez en este país cierta pulsión al ejercicio del voto libre y deseado, que comportaba elevadas dosis de ilusión y emprendimiento hacia nuevas formas de entender la convivencia, los intereses propios y ajenos, la justa distribución de los recursos, la planificación de la educación y la sanidad, los complicados engranajes de la vida laboral, la oscura y obsoleta maquinaria de las administraciones, las relaciones internacionales, y en resumen, todos los resortes que conforman el entramado social y lo vitalizan. El voto de la confianza en las personas y en la conversión de un presente árido y estancado en un futuro revelador. Pero aquel voto esperanzado y vibrante ha devenido con el paso del tiempo y nuestras actuaciones erráticas en un voto laxo, apenas rescatado de la indolencia, con casi la única función de dotar y dar alguna confusa corporeidad y fundamento a esta democracia de nuestros días actuales, que no goza de aquella lozanía primera, ni de la frescura de los de los huertos bien trabajados.

    Como el cántaro de la lechera que atesoraba todos los sueños y magnificados deseos de su portadora, así fue quizás en algún momento la intencionalidad y naturaleza de nuestros votos, como así parece aplicable ahora la desalentadora moraleja que se desprende de la fábula: ¡oh loca fantasía!, ¡qué palacios fabricas en el viento!, modera tu alegría, no sea que saltando de contento, quiebre tu cantarilla la esperanza. Pero no sería justo para nadie, atenernos a esta insidiosa moralina, que parece invitarnos a un recatado comedimiento en nuestras inquietudes y pretensiones. Ajustarse a la realidad no tiene por qué implicar renunciar con mansedumbre a todas nuestras esperanzas. Pensemos para nuestro bien y para la mejora de los que nos sucederán, en todo aquello que aún se puede construir, en todo aquello que se puede corregir, a sabiendas incluso de que habrá muchos escollos y algunos desengaños. El hipotético voto de nuestra lechera particular siempre será loable y entusiasta. Personalmente me identifico y comparto lo expresado en un párrafo del libro” Con las Cartas Marcadas” de Sánchez-Ostiz que dice : “nuestros sueños no caben en vuestras urnas, reza una pintada callejera. Es posible, es hermoso sobre todo, pero sería mejor impedir que los sueños entren a porrazos en sus códigos, ahora que no hay sueño que no esté en busca y captura”. Por eso y por muchas cosas más, cojamos firmemente nuestros cántaros por las asas y nuestros votos por las ideas y desbordemos las urnas, para que nada se rompa por la desazón y la esterilidad que algunos están interesados en imponer.

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