El turíbulo ya quedó dormido

    17 feb 2021 / 10:57 H.
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    Sé que esta noche no podremos mirarte en las calles y las plazas. No sentiremos emanar el aroma sintiendo tus caricias. Esta noche no estarás cercano entre la gente. Ni podremos notarte desde la lejanía. Te quedarás callado, olvidado, frío, oculto, dormido... No, no podrás acudir a la cita anual donde dejar al aire libre tu presencia. Y esas nubes que impregnan con su aroma, llenando los espacios, dejándote notar remotamente. No habrá cirios, ni cruz, ni el lento susurrar de aciagas oraciones que pintan con sus sones el aire, mientras tú balanceas tu mirada ofreciendo ese perfume tuyo de dulces sensaciones. Sé que hoy no abrirán la naveta en las calladas calles, para ponerte dentro el elixir que hace volar al aire ese velo que cubre perfumando. La pandemia nos ha vuelto a impedir vivir las sensaciones en el exterior, en nuestras calles, plazas y jardines. No recorrerás entre la gente con tu bronce sonando en las calles de estación. Seguramente en algún templo exhalarás ese tierno romance blanco que sube musitando. Después de haber caído levemente sobre nuestras cabezas la ceniza de este miércoles que abre la cuaresma, recordándonos que la vida es pasajera, que debemos seguir el Evangelio y tomar conciencia de nuestros errores para buscar la conversión. No, no podrás salir con tu brillante rostro humeante, ni podrás regalarnos tu perfume, mientras las huellas de cera marcan el pavimento con su llanto, ni pintará de blanco tu esencia la negrura del aire. No, no tendrán las estrellas tus besos ni tus blancos poemas exhalados, ni el viento se llenará de dulces emociones. Porque tú no saldrás a la noche, ni estarás junto a una imagen de Cristo o a una cruz que suspira, ante la dura experiencia de recorrer el camino hacia el Calvario para encontrar la muerte. No, querido turíbulo, no has de ver los luceros, que pintando el negro firmamento le cantan a la noche sus poemas de besos, ni verás en las fuentes el claro llanto de aguas transparentes, que susurran plegarias a ese Cristo moreno que deshace su amor entre los hombres. Hoy quedarás guardado, mientras una llama encenderá la cruz y la cera derretirá su llanto en un lento rachear de sueños y compases. Ya se quedó el turíbulo dormido... la tragedia nos cambió las costumbres, nuestras vidas y nuestras realidades.

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