El trueque

    28 dic 2023 / 09:51 H.
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    Érase una vez... Tal como van las cosas no debe extrañarnos que regresemos al trueque, al canje, al trapicheo de otra época. Alguno me dice que aún perdura, sobre todo en los ambientes rurales... Y un servidor pensando, torpemente, que fui de los últimos que vivió estas transacciones prehistóricas... Recuerdo lo de los garbanzos. Íbamos al puestecillo de Aguayo, en el Llanillo alcalaíno y cambiábamos los crudos por los tostados. A pelo, no, claro. Cada dos medidas de crudos, una de tostados. Y tan contentos... Era un negocio para ambas partes. Con más enjundia fuimos testigos del cambio de hojas de tocino por jamones. Las familias más modestas ofrecían este trato a los más desahogados, pues el tocino cumplía más en la alimentación de las numerosas familias, dedicadas, principalmente, a las tareas campesinas.

    Siempre nos pareció muy divertida la historia de la invención del trato y de la moneda. Hasta jugábamos imitando a los antiguos: “Dame un par de conejos por esta talega de cebada.” “Te doy esta bolsa de aceitunas para agua por una docena de huevos.” “Un litro de vino por dos kilos de membrillos.” “Si me das un puñado de castañas, yo te doy esta bola cristala”. La moneda supuso un gran avance en las operaciones comerciales y patrimoniales, ya se sabe. Su importancia radicaba en la categoría del metal utilizado (oro, plata, bronce...). Igualmente la aparición del llamado papel-moneda. Pues todo este anecdotario y costumbres se está yendo a hacer puñetas. Se impone, a gran velocidad, lo del dinero “de plástico”, con sus ventajas e inconvenientes. Los avíos del pasado están quedando para los museos y la historia. Como siempre, los más fastidiados somos los más entrados en años. Escribir de esto es casi insufrible, por repetido. Qué lío lo de las tarjetas, qué pena la desaparición del papel, qué lata lo de entrar para todo en las redes enmarañadas de la informática. Por aquí y por allá te advierten de los peligros, de las estafas, de los riesgos... Otros opinan que así te controlan mejor. Para cualquier operación bancaria, elemental o preferente, hay que pedir cita. Y cuidado con pasarte, que no colarte, que te echan para atrás, como si cometieras una infracción. Propagan buenas palabritas, pero, en general, te tratan con la punta del zapato. Se añoran otros tiempos, sin duda.

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