El tribunal de las aguas
La Naturaleza es sabia e imprevisible; los humanos, unos provocadores. Ahora, que se van calmando las aguas, valen la pena algunas reflexiones, sin acritud y con mucha mesura y respeto. Podríamos formar un tribunal, un tribunal de las aguas, como esa hermosa e histórica estampa valenciana, de venerables magistrados y consejeros, sin más carrera que la experiencia y la bonhomía, aprehendida en la costumbre y la sucesión de los siglos. Sería un jurado sutil e impalpable, sin sala de audiencias, estrados, jueces, letrados y fiscales, ujieres, togas y birretes. Solamente estarían presentes las conciencias de cada cual. Tendrían un especial tratamiento las gnosis desinteresadas.
Les aseguro que soy incapaz de juzgar y concluir lo ocurrido con Dana la Loca. Lo más fácil es denunciar los ataques a la Biosfera y autoconvencerse de que estas depresiones atmosféricas, llamadas antes “gotas frías”, son exabruptos naturales que cada cierto tiempo azotan a los seres vivos. El caso es que unos creen que son inevitables y otros que predecibles, a causa de la actuación humana. Y en todo este revuelo indeseable y triste aparecen los embusteros profesionales. Lo malo son las interrogantes, tan numerosas, que quedan sobre el tapete, sin respuesta alguna. Habría que leerlas despacito, enterarse, y dictar en conciencia el veredicto. ¡Qué utopía!, ¿verdad? Sin duda, los encargados de fallar lo tendrían difícil... ¿Quién sería el culpable?, ¿la loca Dana o los humanos provocadores, tan empoderados, con sus ambiciones y proyectos sediciosos? De auténtica mediocridad son las posturas de los basiliscos, poseedores de la ira, que enturbian la convivencia y aplastan a los pusilánimes y a otras gentes de buena voluntad. Y no digamos de las retahílas acusatorias, calculadas y programadas, expuestas sin control y sin rigor, haciendo realidad lo de “a río revuelto”. Me viene a la memoria el latido machadiano, adaptado, claro está: Tic, tic, ¿dónde estabais? Tic, tic, tic, tic, ¿y vosotros? Tic, tic, sois culpables, tic, tic; tic, tic, y vosotros más, Tic. Tic... Y el tiempo pasando, sin demasiadas soluciones. Y si faltaba poco, los inhumanos granujas desvalijando las ruinas. Muerte y desolación. Mientras tanto, las víctimas y los damnificados, embarrados hasta las cejas, esperando limpiar de fango sus hogares y sus pueblos, recibir ayudas económicas y aligerar la restauración de las zonas más afectadas. Hay que salvar a los voluntarios y a nuestros monarcas, por su ejemplo y solidaridad.