El tren de la desidia

    05 sep 2021 / 16:27 H.
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    Hay un virus suelto por las altas esferas. Afecta a los políticos electos por Jaén. Y no es la covid. Se diría que para ese “bichejo” no hay vacuna posible más allá de una estocada en las urnas. No logramos entender cómo, una tras otra, las oportunidades, propuestas, proyectos y soluciones de futuro con que podríamos contar y que merecemos, desaparecen como por encantamiento perverso en el éter de la desidia. Ese virus impregna despachos y poltronas en una creciente oleada que pugna por dejarnos, y perdón por la expresión, con el “culo al aire”. Una de las últimas —la lista es ya interminable y acabaría con el espacio asignado a esta columna dominguera— es el conjunto de alharacas con que nos obsequian desde esas alturas en las que ni siquiera se nos distingue. Resulta que ¡0h, albricias! los sufridos jaeneros amantes de disfrutar del tren en sus viajes, entre los que me cuento, debemos aplaudir nuevos y maravillosos enlaces vía AVE para desplazarnos a la capital del Reino. Pero... desviándonos del natural recorrido que sería deseable y aposentando nuestras maletas en los andenes cordobeses cuyos convoyes, amablemente, tendrán la deferencia de esperarnos vía billete combinado, aunque nuestro desvencijado Media Distancia apure su retraso o nos haga suspirar ahogados con una avería de las que suele gustar añadir a su currículo. El sueño de los justos duerme mientras tanto la tan cacareada línea de velocidad alta —véase la diferencia con Alta Velocidad— que nos uniría con Madrid cuando se cumpla la vieja expresión que convertía a las ranas en mamíferos peludos. Algún “mal de ojo” tienen que tener nuestras vías, las catenarias, las traviesas, el balasto que las soporta. ¿Qué de malo hemos hecho, Dios de la Renfe o de Adif, para merecer estos castigos, estos olvidos, estos desprecios? ¿Tan complicado les es a nuestros prebostes levantar un dedo por su tierra? ¿Tan difícil es alzar la voz ante sus dirigentes y, si menester fuera, enfrentarse a las opresoras directrices que nos obvian siempre en aras de intereses políticos que nunca coinciden con los de esta doliente tierra jaenera? El virus se extiende sin remedio. Nos desgranan migajas, palmaditas en la espalda, guiños casi obscenos para entontecer aún más si cabe nuestros legítimos deseos y peticiones. ¿No hay solución? ¿No podemos aspirar a lo mismo —ni siquiera más— que nuestras provincias vecinas? ¿En qué manos estamos? Sería curioso poder observar alguna de las reuniones sumarísimas en las que se deciden las políticas económicas, culturales o las redes de transporte y anotar lo que nuestros representantes osan explicitar en favor de su tierra, de sus votantes. Seguro que nos llevaríamos una desagradable sorpresa.

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