El riesgo de adjetivar

    29 may 2025 / 08:56 H.
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    Me gustan los calificativos cuando escribo porque acompañan al nombre, lo adornan y son como un pequeño obsequio que se hace normalmente laudatorio, a veces, irónico o mordaz, siempre explicativos, que esclarecen la idea e ilustran el texto. Esa norma general tiene el grave riesgo de aplicarse cuando de los grandes conceptos se trata pues es difícilmente compatible con ellos, los limitan y aunque suenen a halago, los empobrecen porque no admiten deslindes: si la democracia es orgánica, popular o aristocrática, no es democracia; si la libertad es vigilada, de nada sirve y —centro el comentario— si el valor de la justicia se adjetiva, deja de serlo. Su concepto desde Ulpiano: “Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi“. Que consiste en dar a cada uno su derecho, no puede ser ni popular, ni aristocrática, ni democrática, ni conservadora, ni progresista, ni revolucionaria; es desnuda y ciega. Solo con jueces preparados, libres, independientes, elegidos con igualdad, mérito y capacidad, como dice el artículo 117 de la Constitución, se hace justicia. Lo que busca el proyecto de Bolaños de democratizar la judicatura ataca a la función judicial y es otra cosa.

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