“El Rey que nunca fue”
En esta ocasión nos trasladamos a la convulsa y trémula Francia de finales del siglo XVIII. El rey Luis XVI y su esposa María Antonieta han sido decapitados y su único hijo vivo, Luis Carlos, llamado a ser sucesor al trono de Francia (no se me ocurre un lugar peor en esos momentos para un aspirante a rey), es recluido en prisión, donde supuestamente muere años más tarde. En los mentideros parisinos se cuenta que tras sufrir innumerables vejaciones y humillaciones el muchacho pudo huir al ser sustituido por otro niño. Lo que provocó un aluvión de falsos delfines que aseguraban ser el auténtico Luis XVII. Doscientos años después el profesor de genética Jean Jacques Cassiman ha desentrañado el misterio tras comparar el ADN del corazón del malogrado heredero, extraído durante la autopsia y conservado en una urna de cristal, con el hallado en una muestra de pelo de su madre María Antonieta guardado por su abuela materna en un medallón familiar. Los restos reales, ahora ya confirmados, del que pudo ser rey de Francia y no lo fue, descansan actualmente, a salvo de la guillotina, en la basílica de Saint-Denis.