El retorno a Itaca

    05 ago 2022 / 16:00 H.
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    Por la ciudad de Zaragoza hace ya algún tiempo que pulula una persona sin hogar que se ha hecho más que popular por que tiene la curiosa costumbre de entrar en bares y restaurantes, sentarse a la mesa, comer y beber lo mejor que puede y al final decir al camarero que no tiene dinero y por tanto que no le es posible pagar la cuenta. A este sujeto han dado en llamarle el “Rey del Simpa” y ya tiene más de una cuenta pendiente, pero ahí sigue por ahora sin que sea fácil acabar con su mal hábito. Quiero destacar algo que a mi entender tiene mucha más importancia de lo que parece y es que este contumaz autoinvitado es “una persona sin hogar” y este hecho es algo que define una carencia básica en la vida de todos los humanos, porque la existencia de un hogar al que volver y sentirse seguro es una necesidad que incide en el rumbo que solemos tomar en el conjunto de nuestras relaciones sociales, ya que tener un hogar que sea el punto de partida y el origen al que retornar, condiciona y orienta la vida de las personas.

    Si observamos la naturaleza, también veremos que hay diferentes tipos de animales marinos o terrestres de todas las especies que nacen en un lugar determinado y cuando son capaces de abandonar ese lugar que es su origen, toman caminos diversos por tierra, mar o aire, y siguiendo las mismas rutas que hicieron sus predecesores viajan a lugares a veces muy lejanos, donde crecen, viven y desarrollan gran parte de sus vidas, hasta que les llega el momento idóneo para procrear; sólo entonces sienten la llamada que llevan escrita en sus genes, deshacen el camino y vuelven a su lugar de origen para aparearse, transmitir la vida y dar a luz una nueva generación que de forma natural volverá a repetir el ciclo. Se puede afirmar que esa búsqueda de un hogar preexistente o nuevo en que establecerse es una necesidad imperiosa a la que estamos dispuestos a dedicar todos los esfuerzos que sean necesarios porque en él podemos encontrar las condiciones precisas para sobrevivir y conservar la especie. Para los animales ese lugar es un espacio definido por el instinto y suele ser siempre el mismo, mientras que para la especie humana que tiene capacidad de raciocinio ese lugar es un entorno que no tiene por qué ser siempre el mismo, sino el más idóneo para vivir, porque lo más importante es que sea seguro como refugio y favorable para desarrollar las relaciones y los afectos que hacen confortable la vida. Por esa razón cuando nos alejamos del hogar solemos sentir la sensación de que nos falta algo que necesitamos y entonces nos acucia el deseo de regresar para alcanzar aquello que consideramos perfecto, quizás también nuestra propia perfección.

    El mito de Ulises regresando a Ítaca es una constante universal y en la Odisea se describen de forma magistral los esfuerzos, penurias, peligros y calamidades de toda índole que el hombre está dispuesto a soportar, las riquezas y tentadoras promesas de felicidad tal vez vacua que ha de valorar y despreciar para proseguir su camino y alcanzar ese hogar que recuerda, ese punto donde confluyen todos sus afectos, esa perfección que es su último destino. Así es la vida y así es el eterno retorno hacia el lugar que los humanos definimos como hogar, ese punto de encuentro con nosotros mismos al que tenemos fijación porque es nuestra identidad, por la que sentimos un infinito apego sin que sepamos bien causa ni razón. Si por cualquier circunstancia se pierde esa referencia al hogar y es necesario abandonarlo sin posibilidad de retorno o sustitución satisfactoria, lo más probable es que se cambien las costumbres, se rompa el vínculo afectivo con el entorno familiar y social, e incluso con la propia integridad física o moral y la persona que lo sufra se sienta expulsada, y acabe condenada a vagar sin referencia alguna por el camino de la perdición hasta llegar a la indigencia y perder la propia identidad. Volviendo a nuestro personaje inicial, el ‘Rey del Simpa’, ese hombre sin hogar que merodea por Zaragoza, quizás podríamos entender su extraña manera de proceder si tenemos en cuenta que es una persona sin arraigo al que su subconsciente le juega a diario una mala pasada. Busca un retorno hacia algún lugar que ya no existe, el camino a Ítaca.

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