El poder de siete votos

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Escaso número señor Sánchez, para tan amplio espectro “siete votos, para ruido tan largo y discordia entre españoles. Le diría que cambiase de almohada por alguna más simple y cómoda. Se razona mejor cuando se duerme bien y se llega a buen puerto con sencillez y firmeza de espíritu. Son muchos los cambios dudosos que ahora espera este país. ¿No hubiera sido mejor y más fácil volver a las urnas? El voto del pueblo siempre es bien admitido. La imposición no. Lo bien hecho bien parece, pensamientos viejos que se aprenden con lo edad. Cuando la vanidad de un hombre es musicada a soplo de clarines en plena efervescencia, es difícil acertar. Lo muy aplaudido y exitoso confunde y engola el espíritu del más discreto. La vanidad no convence, no casa con el poder, son cosas distintas. Pero, tan difícil separarlas... Entiendo que la gracia de ese maquillaje debe sentar bien a cualquier cutis, pero su unto pegajoso es duro de sacar. El halago sienta bien a todo quisque, porque somos de carne y hueso y nuestra materia es débil. El aplauso esponja y tonifica. Y ahí aparece la Eclesiastés para imbuir con su fuerza y enseñanzas muchos predicamentos por los siglos de los siglos. Una ojeada a su sabiduría, el saber es la base de toda fe. Porque la vanidad de vanidades será siempre vanidad.

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