El poder de la información

12 nov 2020 / 16:00 H.
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Al fin se ha despejado la incógnita que nos ha ocupado en los últimos tiempos y a la que los medios de comunicación le han prestado —con toda la razón—, la máxima atención a Joe Biden. Será el 46 presidente de los EE UU de América, reduciendo la era de Trump a un solo mandato electoral. El pragmatismo moderado y afable del próximo inquilino de la Casa Blanca contrasta con el populismo y exceso jactancioso del presidente derrotado. Es una buena noticia observar que la cooperación y el talante conciliador es más atractivo para los electores que la división y el enfrentamiento. Ojalá sea no solo una victoria, sino el símbolo de una vuelta al sosiego y al respeto de los valores democráticos.

El fenomenal despliegue informativo en España —y supongo que en el resto de Europa— nos ha mantenido en vilo. Nos ha hecho desempolvar los viejos atlas geográficos (y a alguna incursión en Google), para situar a Pensilvania y, nos hemos enterado de que forma parte del famoso “cinturón de óxido”, que son aquellos estados que sufrieron un fuerte declive por la deslocalización junto a Michigan, Indiana, Ohio y Wisconsin. Que lo que llamábamos el Viejo Oeste, como California y Colorado, que eran rabiosamente demócratas, han añadido también a Arizona y Nevada a sus filas. Hasta estados sureños como Georgia parece haber cambiado su tradicional mayoría republicana. Pero no ha sido así con Florida... En fin, hemos aprendido y repasado geografía, hemos atisbado el complejo sistema electoral de Norteamérica a través de sus legislaciones diferentes, y nos hemos sumergido en pocos días, en una acelerada inmersión sociológica en la sociedad estadounidense.

De vuelta a la información cotidiana o sea, a la emergencia sanitaria en nuestro país, ya se nota el fuerte contraste informativo. Se comprueba que en la desescalada de la primera ola, muchos confundieron la “nueva normalidad” con la “normalidad de nuevo”. Que la segunda ola se va pareciendo a la primera con la mortalidad en residencias de ancianos y la sobrecarga del sistema sanitario en hospitales y ambulatorios. La diferencia es que ahora las que arbitran medidas en base a sus competencias plenas y al conocimiento exhaustivo de sus territorios, son las comunidades autónomas y no el Gobierno central que ha pasado a coordinar, apoyar y proveer a las mismas en base a la descentralización que es el modelo de estado que en su día nos dimos con la creación de las comunidades autónomas en todo el territorio español.

Lo que no es de recibo es que ahora haya discusión entre el Gobierno central y algunas autonomías hasta en los datos básicos que se ofrecen, y estamos entretenidos y enredados en las discrepancias con el Ministerio de Sanidad, que se nutre de los datos autonómicos. A estas alturas no sabemos con cuantos nuevos sanitarios se han reforzado cada uno de los hospitales y centros de salud; no sabemos cuántos rastreadores se han contratado, cuántos PCR se han hecho y qué número de contagiados asintomáticos o no, hay. Resultado, muchas discrepancias políticas, pero poca información sobre lo fundamental, porque es por ahí donde se exigirán responsabilidades.

Los medios de comunicación han demostrado en la información electoral sobre los Estados Unidos, que cuando quieren, pueden, y además, su labor pedagógica es inmejorable. Aún no sabemos por qué no tenemos una base de datos, reconocida y fiable. ¿Por qué? ¿Es que las administraciones carecen de medios para contabilizar y elaborar resultados sanitarios para una mejor acción contra el virus? ¿Por qué se pide ahora que sea el INE el encargado de elaborarlos? En general la función pedagógica brilla por su ausencia. En fin, un fuerte contraste informativo entre las elecciones lejanas y los problemas cercanos.

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