El pinchazo

    24 mar 2024 / 09:33 H.
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    Un inteligente M. Palomo acertó hace años en el slogan que debíamos usar para conseguir donantes de sangre: “Antes de que nos la chupen, la donamos”. Y ciertamente conseguimos elevar la participación en nuestra particular campaña. Ya no está uno para donar sangre que debe tener impurezas propias de la edad de quien no la ha dejado parar, pero esta mañana me han pinchado precisamente para detectar esas impurezas y el pinchazo me ha hecho rememorar los tiempos en que lo hacía. En aquel entonces la sangre se pagaba y cada vez que te veías en un apuro recalaba en el hospital de San Juan de Dios de Granada. Allí daban mil pesetas por cada 600 mililitros del granate brebaje. Uno de aquellos días y después de estar dos horas en la cola salió la de la bata blanca y echó por tierra todos mis presupuestos: ¡no necesitamos cero positivo! El mundo se hundió bajo mis pies mientras mis sueños desaparecían desparramados por los suelos del bello claustro hospitalario. No debía tener muy buena cara pues salí a la calle y una joven guapísima se me acercó y me dijo de invitarme a desayunar y yo, evidentemente, acepté. Una cerveza y un bocadillo de tocino y queso que parecían gloria bendita en su compañía. Que si de dónde eres, que si que estudias, que si dónde vives... Yo iba contestando como podía sorprendido de mi suerte inmerecida. No la voy a describir, solo quedó su nombre: Virginia.

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