El pensamiento, siempre de paso

    19 sep 2021 / 13:51 H.
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    Joseba Arregi acaba de dejarnos y veo su adiós envuelto en la letra de Luis Eduardo Aute: “Que no, que el pensamiento no puede tomar asiento, que el pensamiento es estar siempre de paso...”. Arregi fue miembro del gobierno vasco en tiempos de Ibarretxe. En cierto momento “abominó” de su pasado político y se declaró opositor al totalitarismo de ETA, defendió la memoria y la dignidad de las víctimas del terrorismo y, en última instancia, pidió la baja en el PNV, con el que siempre tuvo grandes vínculos incluso familiares. Decía Aute que “las cicatrices no ayudan a andar” y, en efecto, la postura de Arregi le acarreó la frialdad y la crítica feroz de sus antiguos compañeros. Resuenan aun las palabras de Xabier Arzalluz incluyéndolo en “los michelines” del nacionalismo, aludiendo a “la grasa que sobra” en el proceso de llevar Euskadi a la espiral que tanto dolor produjo. Se diría que en España está prohibida la reflexión política personal que permita apearse de las gradas ideológicas en la que se mueven los próceres que dirigen partidos y tendencias. Si alguien se declara conservador, liberal, progresista, socialista o de cualquier otra postura, debe ondear la bandera que le identifica hasta el final. Algo así como el “antes morir que pecar” con que se ilustraban los panegíricos de aquellos santos que poblaban el nacionalcatolicismo imperial. Pero no. Existe el pensamiento, la crítica, ese “estar siempre de paso” que Aute glosa en su canción. La letra continúa: “Hay demasiados profetas, profesionales de la libertad, que hacen del aire, bandera” quizá como una forma de “atar la verdad”. Y del adormecimiento de los argumentarios brotan las adhesiones inquebrantables, la mirada esquiva hacia lo que no interesa resaltar, la oscuridad ciega y el aplauso dirigido sin que la víctima del engaño, de la manipulación, apenas se percate de que solo es una marioneta mas en el entramado que la oficialidad ordena. El pensamiento debe estar libre de ataduras, de ideologías opresoras, de corsés dirigidos. Arregi se enfrentó a la deriva de “los suyos” y proclamó otro camino, el de aparcar odios, disparos y terquedades sin sentido. No se le perdonó. Seguimos con Aute: Quien pone reglas al juego se engaña si dice que es jugador. Lo que le mueve es el miedo de que se sepa que nunca jugó” Ahí siguen los que no quieren, pueden o se atreven a mirar por encima de la lente borrosa que alguien les impuso. Los que son incapaces de pensar más allá de lo que se les indica. Los que no juegan a ser libres y, lo que es mas grave, censuran a quienes lo intentan. Dejemos que el pensamiento siga de paso y busquemos, en la noche infinita de Aute, nuestra propia luz. Que nadie la señale por nosotros.

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