El peligro del poder

Como un niño malcriado que vierte su frustración en la escuela, acosando a los más débiles para robarles, a traición y bajo coacción, la merienda en el recreo o el estuche entre clase y clase, sin importarle que pueda ser visto por los profesores o la dirección del centro porque se siente intocable. Así es como se comportan los que se consideran en la cima del poder y se hallan bajo los efectos de la desmesura del orgullo y la arrogancia. Líderes que contemplan el mundo como un escenario donde demostrar su poder buscando la gloria, con excesiva autoconfianza y tendencia a la omnipotencia. Una sintomatología enfermiza de exaltación e identificación con la nación, el estado y la organización, potenciando el desprecio a los demás y sin deberle cuentas al mundo. Este perfil podría enmarcarse dentro de lo que se conoce como el síndrome de Hubris, donde la acumulación de poder causa una patología psiquiátrica. De la injusta y devastadora invasión de Ucrania por parte de la Federación Rusa, se deduce que el presidente ruso podría estar padeciéndolo y bastaría con quitarle el poder para que se cure. Como decía el político Edmund Burke: “cuanto mayor es el poder más peligroso es el abuso”.