El origen pagano del Vaticano
Mucho antes de que se levantaran majestuosas basílicas y resonaran las oraciones cristianas, el monte Vaticano era un lugar tanto temido como reverenciado. No formaba parte de los siete montes de Roma, sino que era un promontorio marginal, visto como nefasto por Roma, donde se llevaban a cabo rituales oscuros y ajenos a los cultos oficiales. En esta colina se encontraban santuarios dedicados a divinidades paganas, como la diosa Vatika, del pueblo de los etruscos —anteriores a los romanos—, cuyo cometido era proteger la necrópolis: la ciudad de los muertos. Aún hoy, sus tumbas reposan bajo la actual basílica de San Pedro. No es de extrañar que el cristianismo primitivo encontrara refugio aquí. Los primeros mártires, como san Pedro, fueron ejecutados y enterrados en estos terrenos, donde el Imperio ocultaba lo marginal. El Vaticano, en sus inicios, era periferia, sombra y silencio. Con el tiempo, esa oscuridad ancestral fue absorbida por la nueva fe, que construyó su epicentro espiritual justo sobre antiguas energías paganas. Hoy, entre las bóvedas doradas y las criptas selladas, se percibe un secreto más antiguo que la propia Iglesia: el eco de un monte donde el misterio habló antes que el dogma.