El octavo mandamiento

    30 nov 2023 / 09:49 H.
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    No se alarme el lector, que no voy a preguntar de memoria los mandamientos de la Ley de Dios. Mi intención es recapacitar sobre una pésima actitud, cada día más generalizada, que creo que raspa, como mínimo, el octavo mandamiento. Se trata de la desinformación.

    Entre las dos acepciones que nos señala el diccionario de la RAE, rechazo la segunda, que se refiere a la insuficiencia en lo que se explica. Para nuestro caso, me inclino por la primera, más malévola: “Desinformar: Dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines.” Esto, tan correctamente explicado, se llama mentir.

    Y hay mentirijillas y falsedades, de más caladura. Las primeras son perdonables a simple vista, por ingenuas e infantiles; las segundas merecen más atención, porque atentan a la autenticidad de las cosas y a la integridad individual y colectiva.

    Escribía don Antonio, Machado, claro: “Tu verdad no, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.” “Mentir cunde mucho...”, nos decía nuestra anciana amiga Aurora. Y no sé quién nos repetía frecuentemente “Critica, que algo queda”. Todas las frases antedichas vienen a cuento con el yerro de la falsedad y la denominada desinformación, hoy tan extendida. Son distintas formas de justificar, suavizar o agravar esta flaqueza humana.

    Son tan abundantes los ejemplos, que es difícil una selección. Si queremos mancillar a este oponente o supuesto enemigo, nada mejor que lanzar una desinformación, matizada con aquello de “me han dicho de muy buena tinta que...”, o “no digas nada, pero sé que...” Si se trata de desprestigiar a las instituciones o a los oponentes políticos, encontramos una diversidad significativa, dependiendo de los proyectos que se realizan, las decisiones que se toman, los individuos que los protagonizan, o el momento oportuno.

    En estos momentos de violencia, de ambición y enloquecimiento en algunas zonas del planeta, nos estamos desengañando con las actitudes de unos y otros, que vienen usando la desinformación como un arma más poderosa que las bombas y proyectiles, que, de por sí, ya son crueles. La mentira siempre ha existido, pero su uso engañoso y retorcido está nuevamente de moda.

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