El nuevo sorpasso

14 may 2016 / 11:18 H.

Manuel Vázquez Montalbán escribió en el libro ‘Mis almuerzos con gente inquietante’ (Planeta 1985) que Julio Anguita era el único hombre capaz de hablar directamente con Alá. Anguita, cuando era coordinador general de Izquierda Unida, defendió siempre el sorpasso al PSOE: es el generador de la idea. Y repetía insistentemente un argumento: “PP y PSOE son iguales”. Los mítines de Julio Anguita suponían un modelo de oratoria inigualable, de ideas brillantes, de reflexión, y también de emoción. En Córdoba, su ciudad, durante las campañas electorales, le solía llegar el máximo nivel de inspiración. Había gente que lloraba escuchándolo. Pero entre aquella oratoria sublime de un parlamentario que en ocasiones parecía haber bajado de los cielos se percibía cierto grado de alucinación política. El corazón de Anguita se resintió y Julio se retiró de la política activa para pasear por Córdoba mirando al cielo como si estuviera conversando en voz baja con los califas. Susana Griso lo entrevistó recientemente en televisión y le dijo: “Yo a usted, señor Anguita, lo admiro”. Y Julio, sorprendido, respondió: “¿Usted a mi?”. Ahora se dice que Julio Anguita es el ideólogo del pacto entre Podemos e IU para intentar dar el sorpasso al PSOE casi 30 años después de los primeros intentos. Pablo Iglesias y Alberto Garzón sellaron el lunes el compromiso con el denominado ‘Pacto de los Botellines’, bebiendo cerveza Mahou en un bar de la barriada de Lavapiés, ese paraíso terrenal con olor a orina en algunas aceras donde conviven castizos de zarzuela y personas de infinidad de nacionalidades bajo el cielo tolerante y cómplice de Madrid. Pablo Iglesias es un extraordinario teórico de la política y un depredador de escaños. Por los pasadizos de Las Cortes se mueve con la velocidad y la ratonería de Rubén Ayala, aquel delantero rapidísimo del gran Atlético de Madrid de los 70 que tenía una larga melena, nunca recogida en coleta, con el que Iglesias guarda cierto parecido físico. Pablo Iglesias, cuando ha constatado que la irrupción de su partido en los cielos no resultaba tan sencilla como había previsto, se ha unido con IU, formación a la que no hace mucho dedicó, entre otros, el calificativo de “cenizos”. Iglesias, en realidad, ha trabajado por el sorpasso antes del 20-D y, sobretodo, después de esas elecciones generales. El veterano director teatral Gerardo Vera me decía esta semana que España ha sido siempre un país de derechas. Y esgrimía: de romerías, de santos en las calles, de apoyo en ocasiones casi enfermizo a las tradiciones. Y en ese contexto, la izquierda siempre estuvo desunida. El ejemplo más claro se dio durante la guerra civil: la lucha política entre comunistas y socialistas, y los anarquistas, por otra parte, intentando hacer la revolución dentro de la revolución, como nos contaba el dramaturgo, ahora muy olvidado, Jerónimo López Mozo en su obra ‘Anarchía 36’. Parece ahora que el mayor enemigo político del PSOE no es el PP sino Podemos. Porque el partido de Pablo Iglesias da la impresión de que aspira a destruir al PSOE. Y el PP necesita a los socialistas como la otra cara del espejo, el viejo rival de enfrentamientos febriles pero con el que al final de la batalla política se daba la mano. Pero las cosas han cambiado en España radicalmente. Ahora, ante la cita electoral del 26-J, todo es una incógnita.