El nuevo proceso

19 abr 2023 / 08:58 H.
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Es el nuevo proceso. Kafka dos punto cero. Todos estamos en el punto de mira de la nueva inquisición. Es mejor no significarse, no provocar polémicas. Resulta arriesgado tener criterio propio. Si polemizas en público puedes despertar las iras de la multitud. Hay que evitarlo para no ser públicamente denunciado, y después clasificado como indeseable. E incluso puedes llegar a ser acosado.

Estos días resulta casi imposible no tropezar con alguno de estos juicios públicos. Aunque uno intente no mirar, en el rincón más inesperado aparece alguien gritando improperios contra el reo de turno. Son una minoría, pero hacen demasiado ruido. Incoan juicios públicos de carácter sumarísimo. Gargantas afiladas, miradas atravesadas, dedos acusadores. Muchos compiten por expresar
el insulto más explícito, la barbaridad más feroz.

Es el nuevo proceso. Kafka en el siglo XXI. Parece ser que nuestro sistema judicial estaba incompleto. No bastaba con tener salas de lo civil y juzgados de lo penal, era necesario un rigor más acentuado y por eso han surgido los nuevos tribunales de lo virtual. Y tienen tantos adeptos que resulta imposible oponerse a su jurisdicción. Los hay de todos los colores políticos y sociales. Concretamente durante los últimos días hemos asistido al enjuiciamiento de unos cómicos catalanes que aparentemente habían ofendido los más íntimos sentimientos del pueblo andaluz, y en la sala contigua se juzgaba a un escritor al que se le achacaba la condición de pederasta post mortem. Las acusaciones, en ambos pleitos, venían de sectores políticamente antagónicos, pero las metodologías acusatorias eran similares. Basta con un discurso de acusación mezclando medias verdades y rumores, elevando a hechos consumados meras apariencias, exacerbando situaciones hasta convertirlas en afrentas, considerando ofensivos hechos narrados en un contexto de sátira o de ficción, y apelando siempre a los más bajos instintos.

Las pruebas en realidad no importan en esta nueva instancia judicial. Se trata de repetir un mismo discurso sesgado hasta que se convierta en verdad absoluta. El monopolio de la justicia ya no está en manos de los jueces. No es necesario estudiar una serie de complejas enseñanzas jurídicas, ni hace falta un sistema de garantías procesales para salvaguardar y evitar posibles errores judiciales. Cualquiera de nosotros está capacitado para convertirse, simultáneamente, en acusador, en testigo, en juez y en verdugo, tal y como ha dictaminado el Consejo General del Poder Virtual. Es una pérdida de tiempo el analizar en profundidad cada caso. Leyendo un titular sensacionalista y un par de comentarios de chat, puede uno establecer con exactitud los hechos a instruir en el sumario.

Miles y miles de jurados han debatido el caso tras analizar los hechos, declarando, como siempre, culpables a los encausados. Las sentencias pueden ser variadas. Las penas, a cumplir, tras los barrotes de la red en el ciberespacio, no parecen muy graves: (autocensura, intimidación, lapidación virtual, linchamiento mediático...), pero resultan lesivas y a veces irreparables. El juzgado de lo virtual dos punto cero ha emitido su sentencia en la corte de facebook. Menos mal que nos queda la posibilidad de apelación en el tribunal de twitter.

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