El negocio del odio

30 nov 2019 / 11:09 H.
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Voltaire dejó plasmado en varias obras su legado, el principio por el que entendía que se debía orientar la acción transformadora: “Cree lo que yo creo y lo que no puedes creer, o perecerás; cree o te aborrezco; cree o te haré todo el daño que pueda.” Define claramente como es una actitud intolerante. Tras la Segunda Guerra Mundial se llegó a conclusión de que era un principio al que había que eliminar. Se desarrollaron instituciones y organismos internacionales, con el fin de armonizar las relaciones desde el entendimiento buscando un crecimiento. El medio debían de ser las democracias liberales. Mientras existió un acuerdo entre el humanismo cristiano y el humanismo socialdemócrata todo funcionó bien en Europa. El reto era limitar la alternativa soviética. Ahorraren el mundo del sistema económico único parece que ya no es rentable el entendimiento para los sectores que lo promovieron. La competitividad pasa no por ganar mercados sino por culpar al otro de no permitirle entrar en él. Esta es la política neoconservadora de la administración americana.

Resulta difícil comprender las razones por las que buscan crear identidad nacional en el odio a los débiles, ya sean inmigrantes o países que sencillamente intenta gestionar sus recursos como forma identidad nacional. ¿No le suena al matón del patio? A nivel local, en Europa hay sectores a los que el juego democrático y sus instituciones no le son útiles, no las manejan al servicio de sus intereses. Basta ver cómo el interés de parte de los diputados italianos por frivolizar y destruir al propio parlamento. No quiero aburrirles con los casos españoles. Tengan cuidado, el ser humano tiene una gran capacidad de imitar. Ayer fue el Black Friday. Actividad inocentemente comercial cuyo fin es seducir al consumo.

No necesariamente satisfacer la necesidad. Es “barato” debes consumir sin importar la utilidad de lo que compres, por si sirve. Es una compra impulsiva frente a las rebajas que te permiten sopesar si tiene utilidad de uso. Este proceso mueve 1.600.000.000, un negocio sólo para quien ya tiene negocio. Un dinero que cambia de manos. Ciertamente genera empleo temporal, pero ¿genera riqueza? Porque el negocio está en manos de multinacionales y grandes superficies.

La riqueza no recaerá en nuestra España. No he oído críticas patrióticas por la pérdida de capitales, en cambio se hacen propugnas mediáticas en contra del inmigrante como un problema que consume recursos. Si no ha consumido bastante tiene el cyber Monday para la tecnología. Y puesto que hemos incorporado estas jornadas a nuestra cultura, seguro que próximamente desarrollaremos en el “Giving Tuesday”, en el que usted deberá donar una cantidad a la caridad y lo llamaremos solidaridad. Situación de legítima, pero formas diferentes es entender la ayuda. Así satisfacemos nuestra disonancia porque en esta España no podemos odiar. Tampoco lo hacemos con mensajes apocalípticos de que el país se hunde si Papá Noel nos trae un gobierno que entienda de solidaridad. Esta mañana mientras conducía escuché a un tertuliano que decía que habría que dudar de la afirmación de Lula da Silva: “La élite americana no sabe vivir en democracia si no tienen poder”. La respuesta quizás esté en plantearse y responder a esta otra pregunta: ¿solo la élite americana?.

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