El mundo que habitamos

18 nov 2021 / 16:19 H.
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Si los extraterrestres llegaran a nuestro planeta y tuviéramos que explicarles el mundo que habitamos, resultaría muy complejo. Hay muchas utopías: la ciencia ficción es amplia y, cuando imaginamos mundos y galaxias, podemos considerar desde civilizaciones que viven armónicamente en comunas y en paz, hasta las que andan como los perros y los gatos. Militarizadas hasta los dientes. En eterna trifulca como el gato y el ratón. Así que a nadie sorprende que haya versiones ligeras, casi de ópera bufa, al lado de las grandes tragedias y los desastres humanitarios, niños que mueren en hambrunas junto a cómo redecorar tu casa. Hazlo tú mismo. Adelgaza comiendo. La cuadratura del círculo. Alto pero bajo. Moderno pero tradicional. Liso pero rugoso, etcétera. Solo los ricos saben que el motor que ruge es el del más poderoso, el más fuerte y, finalmente, la injusticia. Todo es publicidad, sin embargo, y nos lo venden de color rosa.

Los presidentes de gobierno de las naciones son gestores que cumplen órdenes de los fondos de inversión y el sistema. Su margen de maniobra es muy escaso. Ya no hay capacidad de decisión en lo importante. Solo administran los cada vez más esqueléticos servicios sociales y las bases raquíticas del Estado del Bienestar. En abstracto, lo del sistema suena perverso y no debería, pero en el capitalismo avanzado se trata de un mecanismo que te fagocita y, en definitiva, te regurgita reconvertido en lo que ellos quieren que seas. Las entidades bancarias, las multinacionales, los monstruos financieros, los que mueven los hilos. El sistema, como la banca, nunca pierde. Nos envenenan con baratijas y chucherías, espejitos y abalorios de bisutería, mientras que bajo cuerda circulan las masas de dinero e intereses, efectuándose los negocios que rigen la realidad. Cuando escribo bajo cuerda me refiero a que no nos enteramos de los millones y millones que están robando unos y otros: nosotros vemos una parte muy pequeña y ni siquiera sabemos que existe, aunque no nos hayan quitado la facultad de imaginar. En la dialéctica del amo y el esclavo, Hegel aseguraba que al esclavo, a pesar de su esclavitud, no se le podía sustraer la facultad de imaginar. Hay muchas maneras de conformarse, le achacó la izquierda hegeliana al maestro.

Eso fue en el siglo XIX. Algo después, el discurso de la izquierda no se actualizó, perdió sentido y eso causó la caída de las utopías. La URSS fue una bandera durante muchas décadas, pero se anquilosó y, además, no pudo competir con la propaganda ideológica de Occidente. Se han cumplido 100 años de la creación del PCE, formación donde milité durante más de una década, y comprobamos que sigue sin querer ver la realidad, que es disolverse para dar paso a otra cosa. Las utopías se convirtieron en distopías por razones que ya no vienen al caso, y ahora nos amenizan con series para todos los gustos en las distintas plataformas, a un solo clic, presentándose como una suerte de eterno retorno del mito, que diría Eliade. No obstante, ante la ineficacia del liberalismo como reparto de riqueza, su brutalidad y su alto coste humano, que ha reducido a las personas a meras cifras y datos, hay que articular algún pensamiento que corrija estos desmanes que nos atosigan día sí y día también. Complicado pero sencillo. Elegante pero informal. Rebelde pero acomodado. Quién sabe si hay remedio.

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