El monte es nuestra vida

    20 jun 2019 / 11:46 H.

    Me gusta repetir, en parte, lo que he escrito antes. Las palabras se prestan a un juego de opiniones contradictorias. Cuando se escribe medio ambiente, por tanto, parece que significa que la naturaleza está partida en dos. El hábitat del lobo, el lince, la jineta o la trucha arco iris lo mataron entre todos. Ejemplos hay para llenar un saco. Monte quemado, terreno urbanizado. Se enciende una barbacoa para asar chorizos, pero se escapa una chispa y el pino, el madroño, la fraga o el acebuche arden como la tea. No podemos dejar el 55 por ciento de terreno forestal de España sólo para los cazadores, domingueros montados en moto o todoterrenos descuartizadores. Se gasta una millonada en la conservación del lince, pero, de vez en cuando, aparecen muertos por una perdigonada o machacados por los neumáticos. Aquella frase de echarse al monte como la cabra ya casi no tiene sentido, porque te lo impiden urbanizaciones amuralladas como las de China. Al agente forestal lo quieren rebajar de grado pese a que ama el monte bastante más que los estudiosos de laboratorio arbóreo. Así nos va, y así nos irá si no hay un alma caritativa en favor de los montes, que forman parte de nuestra vida.