El monje guerrero
Allá por 1158, un monje cristiano con ardor guerrero e inquebrantable fe recibió el encargo por parte del Rey Sancho III de juntar algunos hombres valientes para defender la plaza de Calatrava (Ciudad Real) frente al avance de los moros. Este emplazamiento había quedado vacante tras la salida de la Orden del Temple, más conocida como de los Templarios. Tal fue su hazaña en la defensa del lugar que fundó una orden de caballería, a la que llamó Orden de Calatrava, con la que conseguiría importantes éxitos y también sonoras derrotas, pero que finalmente fue decisiva para la reconquista de España. Muchos fueron los pueblos de Jaén que guardaron armas bajo su escudo y encomienda, siendo alguno de ellos, Martos, Alcaudete, Porcuna, Begíjar, Jamilena, Higuera y Santiago de Calatrava, que hoy lucen orgullosos, en no pocos rincones, plazas y calles de sus cascos históricos, de emblemas, escudos, castillos, torres y demás vestigios de un pasado en común, glorioso y excelso. Aquel monje, nombrado primer Maestre de la Orden y después Santo, se llamaba Fray Raimundo de Fitero y a él le debemos mucho de lo que hoy somos como pueblo.