El mar humor

22 mar 2023 / 08:59 H.
Ver comentarios

Llevo muchos años defendiendo que no hay que poner barreras a la expresión creativa y que, especialmente, la inspiración en la comedia debe fluir sin ningún tipo de censura y sin cortapisas que coarten la imaginación de sus autores. Y de pronto me surge una duda que me hace replantearme todo lo anterior.

Como consecuencia de la escritura de uno de mis textos teatrales, titulado “Por si acoso”, tuve la oportunidad de indagar en la problemática del bullying, y constaté que muchas personas acosadas en el aula suelen ser señaladas a través de apodos y de bromas que provocan la hilaridad de una parte de la clase y que los afectados perciben como una humillación pública. Puede ser el primer paso de una escala de ofensas, que se da con más frecuencia de lo que pensamos. Los acosadores comienzan despojando a la víctima de su identidad, de su humanidad, mediante un apodo no consentido que, en ocasiones, utilizan como resorte inicial para activar otro tipo de bromas degradantes y de ofensas pretendidamente humorísticas. Evidentemente este tipo de situaciones nunca deberían ser permitidas.

A través de recientes coloquios con el alumnado de diversos centros escolares he podido escuchar voces que diariamente conviven con problemáticas cercanas al acoso escolar. Algunos jóvenes, en el aula, viven de un modo angustioso determinados comportamientos grupales que les marginan o les estigmatizan. En ocasiones el hecho cotidiano de levantarse temprano para acudir a un centro educativo puede llegar a ser una rutina dolorosa. El colegio o el instituto, a pesar del esfuerzo vocacional de la mayor parte del profesorado, puede transformarse, para el alumnado vulnerable, en un territorio hostil.

Son situaciones en las que el aula se transforma en una trinchera habitada por una alumna o un alumno que tiene que afrontar batallas diarias contra el desprecio, contra el insulto, contra la humillación. En estos casos el pupitre es un hoyo, un oscuro agujero en el que hay que cumplir a la fuerza el horario lectivo.

A veces las consecuencias pueden ser muy graves y afectar a la autoestima de los jóvenes, o provocar malos resultados académicos, o acarrear crisis emocionales o sicológicas, o incluso llegar a generar pensamientos suicidas. Todos tenemos que hacer lo posible para evitar situaciones que en algunos casos llegan a derivar en acontecimientos trágicos. Los medios de comunicación recogen, cada vez con más frecuencia, y en ocasiones con cierto sensacionalismo, noticias luctuosas de jóvenes víctimas de este tipo de situaciones.

Entre todos debemos tratar de evitar historias que pueden llegar a ser trágicas, inculcando a nuestros hijos valores de empatía y de respeto. Y transmitirles que el humor no funciona si provoca tristeza.

A pesar de todo considero que a través de la ironía se puede abordar cualquier tema y hay que defender la libertad creativa exenta de censuras y de tabúes. Porque el verdadero humor nunca se ensaña con el débil. La sátira, en el fondo, trata de dejar en evidencia los abusos, las injusticias y las contradicciones humanas. La auténtica comedia jamás puede ser vejatoria ni denigrar al vulnerable.

Articulistas