El limbo

05 ago 2019 / 10:05 H.

Los niños de mi generación y los de muchas generaciones anteriores y otras después aprendimos en la escuela que el limbo era el lugar donde iban los niños que morían sin haber sido bautizados. Algunos zagales más espabilados se preguntaban a dónde habrían ido los millones de niños —y los mayores— fallecidos antes de que el bautismo fuera instituido por la Iglesia. Eso sí, la pregunta era para ellos mismos porque por entonces, si le preguntabas esto o algo comprometido al cura hacia lo mismo que los políticos hacen ahora, hacerse el loco y no darse por enterado. Esta creencia, que nunca fue dogmática, la eliminó Juan Pablo II al cerrar las puertas del limbo allá por los últimos años del siglo pasado. Esto no quiere decir que no haya muchas gentes que crean que el limbo sigue existiendo, pero con otro significado. Estar en el limbo es algo así como estar en otro lugar o en ningún sitio, o sea, no enterarse de nada. Así es como lo entienden y lo venden los políticos, que parecen convencidos de que los españoles estamos en el limbo. Por ejemplo, si el limbo era el lugar donde iban los niños sin bautizar, para la Junta de Andalucía, según se dice, es el lugar donde van los miles de millones de euros que no han sido controlados ni contabilizados. Y allí se pierden por los siglos de los siglos. Alguien debería decir de verdad qué ha estado pasando con el dinero de todos en los 40 años de gobierno de los socialistas en Andalucía. Y alguien debería decirles a los políticos que el limbo no existe. No son sólo los políticos los que se aprovechan haciendo creer esto del limbo. Muchos que tienen poder de gestión, de mando, lo utilizan sin mesura. Los presidentes de los clubes de la Primera y Segunda División españolas tienen la sensación de que el presidente de la Federación Española cree que están en el limbo, cuando trata de quitarles una serie de ingresos por derechos de televisión que les son imprescindibles para su normal funcionamiento. Luis Rubiales está muy acostumbrado a salirse con la suya y puede que esta vez deba de pensárselo mejor. Aquí, más cerca, en el Real Jaén, también hay quienes se creen que la afición también está en el limbo y va a tragar con carros y carretas sin que nadie les dé una explicación convincente, lejos de proyectos calenturientos que tienen poco que ver con lo que de verdad le interesa al aficionado al fútbol.