El lápiz de dos puntas
Ciudades, pueblos, provincias, autonomías a veces rojas, otras azules. Y así más de cuarenta años pintando nuestros mapas con el típico lápiz bicolor, que no faltaba en ningún estuche. Ahora las encuestas, no sé si prediciendo, pretendiendo influenciar o ambas cosas, parecen sacar punta a un nuevo color naranja. La xenofobia catalana, además de un necrosado procés, ha hecho florecer el azahar, que puede terminar en cosecha de naranjas. Rojo y azul no dan morado, sino verde esperanza. En verde oliva y haciendo de renglones las vías del tranvía, tachamos el eterno leitmotiv entre administraciones rojas y azules “al enemigo ni agua” y escribimos “diálogo y pactos”. Pedimos que se mire más el mapa que el color para pintarlo. Salirse de las rayas y entremezclar esfuerzos. Pactos por una sanidad, al menos como la de antes, por unas pensiones dignas para los que han soportado el peso del estuche tanto tiempo. Por la educación, para que las nuevas generaciones tengan futuro y presente, y no tengan que acabar partiendo el lápiz bicolor. Ha llegado el momento de sacar punta y mezclar colores, porque no somos azules, rojos, naranjas, morados sino color carne, el color más desusado.