El laberinto del PSOE

11 mar 2017 / 11:09 H.

El PSOE continúa en su laberinto, ubicado en la incertidumbre. En el PSOE han ocurrido durante los últimos meses numerosos hechos que oscilan entre la tragicomedia y el melodrama, tremendamente negativos para un partido que, debido a los últimos deficientes resultados electorales, se halla en la UCI, y lo que precisa es una transfusión de vida, entre la serenidad y la reflexión, y no ese vocerío que a veces recuerda al de los vendedores de mercadillo en una nubosa mañana de domingo en la que hay que colocar pronto el género. Tras el Comité Federal del 1 de octubre algunos esperaban que llegase la solución, pero lo que vino fue el problema. Casi todos los dirigentes resultaron heridos políticamente aquel día aciago en la casa embrujada de Ferraz. Y el partido sufrió un golpe fatal. Nunca un vodevil ha sido interpretado por tan malos actores. Los críticos y los integrantes de la Gestora recuerdan con pavor las palabras de Verónica Pérez, dirigente socialista sevillana, cuando en la puerta de la sede de Ferraz exclamó: —“Yo soy la única autoridad”. Un político socialista próximo a la Gestora me lo recordó en el Café Gijón de Madrid, incluso antes de apurar el whisky que tenía delante: —“Utilizó las palabras propias de los golpistas. Nunca debió haber hablado así”.

Y los Morancos, en su espectáculo de humor en el teatro Nuevo Apolo de Madrid, se referían a Verónica Pérez en términos taurinos: —“Tiene tan poca estatura política que en Sevilla la llaman “media verónica”. La gestora llegó para ganar tiempo de cara a la organización del 39 Congreso Federal, de que pasaran los días y sanaran las heridas, sus seguidores sostenían en principio que “la gestora había aportado tranquilidad”, pero las semanas han pasado, y los meses, y los decibelios de la bronca se han atenuado pero las heridas aún supuran. Están abiertas. Duelen. La gestora tal vez consideró que podría controlar los tiempos como lo hace Mariano Rajoy, salvo que no cayó en la consideración de que Rajoy es al “tempo” político lo que Marcel Proust es al “tempo” literario: Alguien que se mueve con destreza en la quietud en busca de la gran metáfora final. Rajoy no es un estratega político, sino que sabe leer el tiempo como nadie. Ante los asuntos urgentes, en las situaciones críticas, no ha actuado con la celeridad o la ansiedad de un político, sino como un enfermo crónico de edad avanzada en la habitación del hospital, donde todos los días son iguales, el reloj se detiene, y solo está la novedad de la enfermera que pasa en silencio a tomar la tensión. Los integrantes de la gestora socialista, naturalmente, no son Mariano Rajoy, por lo que el camino hasta la celebración de las primarias se les ha vuelto sinuoso, larguísimo, y lleno de espinas. Pedro Sánchez ha renacido para mostrar el bíceps político que desarrolló como jugador de baloncesto del Estudiantes; Patxi López está pero no se le espera; y Susana Díaz, la, para muchos, gran esperanza socialista, avanza por la indefinición, mientras algún compañero de reducido alcance intelectual practica aquello que tanto criticó don Miguel de Unamuno, que dijo: “Los españoles no se ríen de lo que se dice, sino del acento”. El PSOE, pues, camina a trompicones mientras trata de sostenerlo Javier Fernández, presidente de la gestora. Pero Javier Fernández parece un hombre de la Ilustración. Demasiado para estos tiempos oscuros.