El juez y el IAM

16 feb 2016 / 09:40 H.

El jueves pasado nos encontrábamos, a toda página, que en este diario, un juez cuestionaba las valoraciones del Instituto Andaluz de la Mujer en los casos de maltrato. Criticaba, para ello, unos informes que emite este organismo en el uso de sus funciones y de los cuales decía que, “difícilmente puede obtenerse una información objetiva por no tener en cuenta al varón”. La fiscal contra la violencia de género, por su parte, ha aclarado que son unos informes que no suelen incluirse en los procedimientos judiciales. Entendemos que en un juicio hay dos partes y un conflicto de intereses entre ellas. De los juicios se encargan los tribunales de justicia. Esa es su labor. En cambio, el IAM no tiene ese trabajo sino otro diferente. El Instituto nace por las discriminaciones que sufren las mujeres por el hecho de serlo. Su labor no es juzgar a nadie sino ayudar a las mujeres. A las personas mayores no se les ocurre quejarse de que el Instituto de la Juventud se ocupe de la gente joven; en cambio, a algunos hombres, les sorprende no ser imprescindibles en el Instituto de la Mujer, y gustan desprestigiarlo; quiero pensar que sin prever las consecuencias.

El magistrado parece olvidar la condición que este Instituto tiene de organismo público y la consecuente consideración de sus actividades como objetivas. Esa cualidad de la Administración es un garante para la ciudadanía. La formación especializada para ocupar plazas en juzgados de violencia sobre la mujer o en juzgados penales que asumen esas competencias es muy escasa. Desde muchas asociaciones, también especializadas, se reclama que se garantice la formación inicial y continua en violencia de género para todo el personal al servicio de la Administración, en especial, como es el caso de quienes intervengan en procesos de asistencia a las mujeres en situación de maltrato. Sería bueno que ello fuera así: la vida de muchas maltratadas está en juego. En lo que va de año, al menos once mujeres han sido asesinadas por violencia machista. No hemos sido capaces de protegerlas. Esa sí es la realidad de la violencia de género.