El joven voluntario

Es difícil ser feliz en estos días de jóvenes voluntarios aprendiendo de un solo golpe la tragedia de la vida. A buen seguro que todos volverán habiendo madurado diez años en cuatro días. No han perdido el tiempo y su vida, su manera de enfrentar los problemas, ya no será igual. Su solidaridad ha ganado al reguetón que tampoco sonará igual. Pero no solo los jóvenes voluntarios aprenden en estas fatídicas fechas, también algunos mayores vemos cómo se nos viene abajo el tópico triste de una juventud pasota e indisciplinada. En absoluto son lo que pensábamos y es muy reconfortante saberlo, pues el futuro es suyo y ya no pinta tan mal como pintaba hace cuatro días. Pasarán los meses y los años y vendrán los reconocimientos a modo de placa o de estatua, pero aún sin reconocimientos no pasarán al olvido de nadie. Quedarán en la memoria de miles de corazones valencianos y de su entrega se forjarán amistades eternas y algún que otro amor inesperado. Es emocionante ver cómo trabajan con el único objetivo de devolverle una vida normal a quienes la han perdido y todo a cambio de nada. O casi nada, porque un abrazo valenciano vale hoy como cien abrazos de fuera y traerse unos cuantos a su tierra, a su pueblo, nos llena de orgullo a los que vivimos aquí y no los creíamos capaces de tamaña heroicidad. Se han ganado mi respeto y admiración y vivo más tranquilo con ellos cerca.