El jardín de las delicias

04 jun 2016 / 11:45 H.

La victoria, se sabe, tiene múltiples paternidades, todos suman, hasta la sutileza del último gesto se puede glosar. Con esa noble dama todo adquiere tintes épicos con facilidad. La derrota, sin embargo, salvo que seas Simeone, siempre anda huérfana de relato. Nadie la quiere, es invitada impertinente y se mira hacia los lados para buscar al responsable o, como mal menor, sentarla lejos. Los líderes, sin embargo, saben gestionarla como fuego motivador. La derrota, la pérdida, es más común y conviene saber manejarse con ella y sacarle todo el jugo. Hay derrotas que merecen la pena solo por el hecho de tener valor de ir a la contienda. Y, claro, también hay victorias que te acaban matando. El fogonazo de los focos, de las palmadas en la espalda, es un destello narcisista que nos hace creernos más importantes de lo que somos y seremos. Si abandonamos la banda, y nos adentramos en el terreno político, la gestión de la eterna victoria del PSOE en Andalucía pospone siempre la toma de decisiones difíciles. En el barbecho de la derrota es más fácil separar el trigo de la paja, pero en la superproducción de la victoria no se toca el sistema. El procesamiento de Chaves y Griñán por el caso de los Eres es el trago amargo de dos ex presidentes de la Junta de Andalucía que se dejaron llevar por la ola de la inercia. Se les atribuye un delito continuado de prevaricación en concurso medial con un delito de malversación en el caso de Griñán. Al final sí hubo pieza política de los ERE. En “Una página difícil de arrancar”, las memorias de Alfonso Guerra, el par de líneas dedicadas al balbuceo del expresidente Chaves en un debate de Canal Sur dan prueba de su vieja enemistad y de la poca fe que le tenía. Sin embargo, de aquella histórica foto socialista del “clan de la tortilla” es el único que conserva, no la melena al estilo Puma, pero sí la cabellera de la función pública. El único que sigue con cargo. De Griñán, por el contrario, se esperaba/esperábamos mucho más por capacidad intelectual. Los andaluces querían un califa del que presumir, pero no pudo ser. Judicialmente tendrán recorridos similares. El engendro de los “fondos de reptiles” creció de manera paralela dentro de la propia administración y dio abrigo a expoliadores de lo público, con pieza judicial separada. En la vertiente política no existe atribución de los encausados de enriquecimiento ilícito, pero se pone en entredicho y bajo la mácula de la ilegalidad la gestión de dos pesos pesados de la historia política andaluza y con ella consejeros y una larga lista de cargos intermedios. En los sótanos de la gestión, hubo una década nada prodigiosa de la que ahora vienen unos lodos incontrolados. Y así te encuentras en la página 3 que Gaspar Zarrías presenta su baja del PSOE después de 44 años. En el retablo de “El jardín de las delicias”, del Bosco, se pasa de la pureza de la izquierda (cuadro) a una degradación complaciente y hedonista. En ella tienen cabida en alegre bacanal, Granados, Bárcenas, Pujol S. L., Bigotes, Matas, Guerrero... Son criaturas de nuestra época, pisan nuestro jardín y hemos permitido su ascenso y su caída —está por ver— en desgracia. Como sociedad nos escandalizamos, pero somos permisivos con las facturas sin IVA, con jornales sin declarar y algún escorzo con Hacienda. Nos falta escenario para cobrar más protagonismo. En la inquietante obra del Bosco hay un sinfín de personajes secundarios, pequeños y diabólicos seres, en los que nos podemos reconocer. Visitemos el Museo del Prado y quizá se nos escape algún codazo: “Este me recuerda a alguien”. Somos pecadores, y el infierno nos espera, último lienzo del tríptico.