El frontispicio

    29 oct 2023 / 09:06 H.
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    Hace un par de días alguien me comentó que en estas fechas cercanas al Día de los Difuntos se incrementa notablemente el número de fallecidos por causas variadas que van desde el suicidio al cáncer pasando por la vejez. Y es muy cierto y fácil de comprobar cómo los vivos pareciera que tuvieran querencia por esos territorios olvidados durante todo el año para aparecer llenos de flores en dos días. A finales del siglo XVIII se ordenó en España que dejaran de enterrarse a las gentes fallecidas en las iglesias y en sus alrededores y se hiciera en espacios abiertos por razones lógicas de salud. En Segura de la Sierra acababa de ser incautada una gran iglesia a la orden de los excomulgos, los jesuitas vaya. El Alcalde Mayor de entonces ordenó el derribo del techo de dicha iglesia y que se vendieran en almoneda las tejas y maderas que lo formaban. De esa venta se obtuvieron más de 4.800 reales que fue la cantidad reclamada por Ignacio López de Sola, el que llevó a cabo la obra. O sea que no fueron los franceses. De allí se trasladó años más tarde a la afueras del pueblo el cementerio. En un lugar de vistas excepcionales, como todas las de Segura, y silencios infinitos. Allí llevaba yo mis aventuras infantiles y todos los días, al entrar o al salir, y sin entender muy bien el significado, leía la frase sabia del frontispicio de la entrada “AQUÍ ACABAN NUESTROS AFANES”.

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