El extraordinario valor de la sencillez

12 ene 2017 / 11:39 H.

A veces se nos va la vida en la persistente búsqueda de lo sublime, de la excelencia al cubo, de aquellas sensaciones que hacen que nos aproximemos a lo divino. Soñamos con escuchar una melodía nunca oída, aspiramos a contemplar la más bella obra de arte que nos erice la piel y a degustar el suculento sabor del más exquisito bocado. Erramos si solo somos capaces de experimentar lo extraordinario ante lo imponente y despreciamos el valor de las pequeñas cosas, el inmenso potencial de lo sencillo. El acto de presentación del libro “Juanito y Luisa” fue todo un ejercicio de esto último que les hablo. Mi compañera y redactora jefa, Manuela Rosa, además de haberse dejado la piel —doy fe— en sacar este libro adelante, ha sabido, a través de sus páginas, plasmar el triunfo de la sencillez. Una virtud encarnada en Luisa Martínez, que alternó en el acto de presentación las lágrimas de emoción —especialmente, cada vez que se nombraba a Juan Salcedo, “su” Juanito— y una sonrisa por la satisfacción que siempre provoca recibir cariño a raudales, especialmente de los más cercanos, los que te rodean, la gente de tu tierra. Un aplauso que sabe mejor aún cuando es fruto de años y años de trabajo, de esfuerzo diario entre fogones y perolas. De compromiso con la excelencia, pero apoyada, de nuevo, en algo en apariencia tan humilde y al alcance de todos como un cocido mareado, un caldo con albóndigas, unas alcachofas y unas gachas. Toda una lección de gastronomía y, por supuesto, de vida.