El error de Casado

16 may 2020 / 10:28 H.
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Pablo Casado tal vez aspire a convertirse en José María Aznar pero cada día se parece más a Isabel Díaz Ayuso. Casado fue elegido en el congreso celebrado en julio de 2018 presidente del Partido Popular, no porque la mayoría de los compromisarios quisiera que ganara, sino para que perdiera Soraya Sáenz de Santamaría. Casado está llevando al PP hacia la indefinición, algo tremendamente peligroso para la salud de un partido, que debe ocupar un lugar fijo y claro en el tablero político, con ligeras oscilaciones hacia un lado u otro en virtud a las características de cada momento, porque los votantes no perdonan ni los giros excesivos (como le ocurrió a Ciudadanos), ni la falta de utilidad, ni la opacidad. El PP era la derecha eterna desde los tiempos remotos de don Manuel Fraga hasta los más recientes de Mariano Rajoy, que según las viñetas de los humoristas firmaba los decretos tranquilamente tumbado en una hamaca mientras fumaba un puro habano. Pero a los populares les ha arrebatado terreno ideológico Santiago Abascal, y la cuestión se ha complicado desde que Inés Arrimadas ha sacado a Ciudadanos de la denominada “foto de Colón”, que en su día dio lugar a los pactos autonómicos y municipales entre PP-Cs-Vox. Ahora el Partido Popular oscila desde el centro-derecha a la derechona, con peligro de detenerse en la nada, porque carece ya de la moderada voz política de Alfonso Alonso, y al discurso derechón de Cayetana Álvarez de Toledo le resta contundencia su acento exótico en favor de la voz monasteril de Rocío Monasterio.

Pablo Casado se abstuvo la pasada semana en la votación para la prórroga del estado de alarma propuesto por Pedro Sánchez, cuando los votos del PP ya no eran necesarios al Gobierno debido al apoyo de Inés Arrimadas, que exhibió en Las Cortes un discurso contundente: “Entre ser útiles y no ser útiles lo tengo claro”, zanjó. Ha escrito el periodista Carlos Boyero: “Me parece ejemplar la última intervención en el Parlamento de Inés Arrimadas, esa hermosa mujer y muy notable actriz con la que tengo ancestral cuelgue, aunque a veces me irriten sus locos vaivenes”. Tampoco ha reaccionado con claridad el presidente del PP ante la propuesta de Pactos de La Moncloa formulada por Pedro Sánchez, a fin de administrar el duro momento económico que seguirá a esta terrible pandemia. La política en general atraviesa en España un momento crítico porque unos y otros —con alguna excepción— transmiten la impresión —sin duda errónea— de que hablan de los muertos por el covid-19 como dígitos. Porque los ciudadanos buscan consuelo en medio de esta dolorosa tormenta perfecta en la clase política y lo que encuentran es gente vociferante. Malos tiempos. Pablo Casado podría aprovechar el momento para construir una sólida alternativa de Gobierno, arremangado y achicando agua en medio del vendaval, pero él mismo se diluye entre Alberto Núñez Feijoo e Isabel Díaz Ayuso. La abstención significa en un partido como el PP de histórica vocación de gobierno como el que responde “no sabe-no contesta” en una encuesta. “A ver cómo salimos de esta”, dicen que aquel día exclamó en los pasillos del hemiciclo un diputado popular. Mariano Rajoy se encerraba en su mundo y daba la impresión de ser un hombre feliz. Soso, sí, pero a su manera feliz. Y Pablo Casado transmite la sensación de vivir en un permanente desasosiego. Y el desasosiego es contagioso.

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