El embrollo educativo

04 dic 2021 / 17:17 H.
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Desde que se puso en marcha la Ley de Educación con nombre de ministra (Ley Celaá), cada día se plantean nuevas polémicas desde los distintos agentes que forman parte del sistema educativo: docentes, discentes, padres y políticos. Hace unos días, el pasado 16 de noviembre, el Consejo de Ministros aprobaba el Real Decreto de Evaluación, Promoción y Titulación de Secundaria y Bachillerato y, entre las medidas aprobadas, se indica que el alumnado podrá obtener el título de Bachillerato, de manera excepcional, con una asignatura reprobada y eliminando la vinculación del titulo de Educación Secundaria Obligatoria al número de asignaturas aprobadas con el objetivo, por una parte, de rebajar las tasas de repetición y, por otra, de mejorar las tasas de abandono temprano del sistema, ambas cuestiones en las que “sobresalimos” por encima de la media de la Comunidad Europea. En el fondo, desde la política educativa, se toman decisiones más para atender las exigencias de la Unión Europea que para llevar a cabo una profunda renovación del sistema educativo español. Esta decisión nos lleva a banalizar los procesos y reducirlos a una frase: el alumnado podrá graduarse sin tener todas las asignaturas aprobadas o lo que es lo mismo, graduarse, obtener un título con suspensos que tiene un eco más fuerte a nivel profesional y social. Pero la cuestión no es tan banal como a simple vista pudiera parecer ya que las decisiones vuelven a revertir en los de siempre: los docentes. Será el profesorado el que tendrá que tomar las decisiones sobre la promoción o no del alumnado y estas decisiones dejarán de estar condicionadas por el número de materias superadas en aras, según palabras de la ministra de educación actual, de un nuevo sistema de evaluación que impulsa la cultura escolar basada en la confianza, el trabajo colaborativo y la participación con el foco puesto en la evaluación continua. El profesorado deberá garantizar que el alumnado haya superado los objetivos del curso, aunque los suspensos no serán determinantes ni indicativos de que el alumnado haya fracasado (sic). Pero, el embrollo empieza con el desarrollo de las competencias que tienen todas las Comunidades Autónomas. Obviamente unos responsables políticos vocean “la cultura del esfuerzo” y otros “la sinrazón del castigo” del suspenso. Por suerte el Consejo de Estado ha señalado que no puede haber diferentes criterios autonómicos. No obstante, seguro que asistiremos a diferentes niveles de cumplimiento en las comunidades autónomas del ya famoso “decreto de los suspensos”. Ante esta situación nos encontramos con que en la actualidad la evaluación educativa ha dejado de centrarse en el alumno, para abarcar la tarea del profesor, el desarrollo de programas, el centro, el contexto, los recursos.... Con ello se pretende que el objetivo de la evaluación sea el de ayudar a comprender las situaciones en las que se encuentran el alumnado y los sistemas educativos, para actuar de una manera más coherente. Sin embargo, la inclusión de estas nuevas dimensiones, hace aumentar la complejidad de la evaluación y nos remite a cuestiones problemáticas en torno a los criterios de evaluación, sobre todo si tenemos en cuenta que a todos los niveles de la acción educativa hay una relación entre evaluación y mejora de la calidad. Lo importante, por tanto, no será tanto el pasar de nivel con suspensos o no, sino la necesidad de reflexionar sobre la problemática que plantea la evaluación en nuestras instituciones educativas. Si la evaluación se asocia o incluye un juicio de valor, el eje fundamental se nucleariza en torno a quien juzga y sobre la base de qué criterios lo hace, toda vez que se cuestiona la pretendida objetividad de la propia acción humana de emitir juicios, sometida siempre a un determinado sistema de valoración social. Por ello es necesario vincular la evaluación al aprendizaje y a la enseñanza para recuperar el sentido pedagógico y formativo de la evaluación como medio de conocimiento del progreso del alumnado y como recurso para favorecer la mejora de los procesos de enseñanza-aprendizaje.

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