El duende de la procesión

    20 abr 2022 / 16:00 H.
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    Había ganas, muchas ganas. Como una conjura contra la pandemia, tras dos años de dura carencia, ha vuelto la Semana Santa ubetense en todo su esplendor. Este año además con la conmemoración de la efeméride del 125 aniversario de su Procesión General y con su amplio paseo de la Corredera de San Fernando estrenado para la ocasión, incluido el monumento al penitente que lo preside, desde el que se proclama Úbeda como ciudad semanasantera. Un acierto sin duda del actual ayuntamiento. El tiempo se ha querido sumar a la celebración, contradiciendo pronósticos de lluvia algún día, error harto habitual en esta Úbeda nuestra tan sedienta en años secos como este. Alegría para los cofrades que se hubieran visto afectados porque nunca llueve a gusto de todos. Luna llena. Sumidos en un silencio expectante con olor a incienso y retazos de azahar, en perfecta formación de penitentes anónimos bajo sus capiruchos, el cirio coronando el báculo en la mano, al compás de tambores en sordina, rompen el aire las agudas cornetas para recibir al trono que se recorta en el umbral del templo asaetado por cientos de destellos de flashes que recogen la instantánea. Arranca la procesión. También por dentro: en cada corazón de los miles de asistentes que abarrotan la plaza un sentimiento. Quizás sea el último reducto de la religiosidad en algunos, o la tradición que es sagrada; tal vez solo el placer ante la vistosidad de un gran espectáculo o la posibilidad de admirar el arte en cada uno de los hermosos pasos entronados con todo el ornato y la parafernalia que los acompaña; posiblemente sea el culmen de una íntima devoción cristiana para la persona que se santigua al paso; o simplemente se trate de ser gregario y propiciar el reencuentro en tan multitudinaria manifestación. En todos, un recogimiento y un respeto grande. En el mío, emoción que se agarra a la garganta en la rememoración de la Pasión de Cristo y de mi amigo Marcelo Góngora, insigne artista ubetense que nos transmitió su espiritualidad en sus famosas tallas. Como en el flamenco, la procesión también tiene su duende. Solo si se apodera de ti acabas por conectarte al simbolismo y la magia del momento.

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