El dolor vendrá después

    10 ene 2020 / 08:47 H.
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    Parece increíble que a estas alturas de nuestra historia reciente todavía haya que explicar a más de uno que en breve se inaugurará el primer gobierno de coalición de nuestra democracia, y que se va a hacer de forma absolutamente legítima cumpliendo con nuestros usos parlamentarios y con nuestras leyes. Y todo se ha decidido tras el debate de investidura más penoso, pobre y lamentable que los ciudadanos hayamos podido contemplar desde 1978. Ha habido acusaciones de traición, de golpe de estado; se sustituyó el debate por el insulto, por cierto, insultos que luego se han alabado y difundido ampliamente en los medios; se habló de felonía y de no sé cuántos disparates más. Y todo se hizo desde las diferentes corrientes nacionalistas y populistas y antisistema que pueblan el parlamento. Se usó el mismo tono arisco y cuartelero por parte de todos los totalitarismos para, con sus discursos simplones, vulgares y mediocres, exaltar las emociones de sus seguidores como en un partido de fútbol, sin mostrar el menor atisbo de interés por contribuir al bien común.

    Siempre ha sucedido a lo largo de la historia; el abuso y la explotación han producido una réplica para expresar el rechazo a esas situaciones injustas. La última gran respuesta de la ciudadanía ha sido el movimiento político y social denominado 15-M que denunció la imposición de las políticas neoliberales impuestas sin mandato popular para ello, sin legitimidad y sin representatividad, ya que dichas medidas no aparecieron nunca en los programas electorales de los partidos que tuvieron la autoridad gubernamental. En realidad no se estaba reivindicando nada más que más democracia. La fuerza de aquellas protestas y el enorme apoyo popular ha supuesto que en cinco años este movimiento social transformado en partido político vaya a gobernar en coalición con un renovado PSOE. Cuando nació Podemos y se elaboró su programa se hizo desde una sensibilidad muy cercana al economista Michal Kalecki, que no quiere decir otra cosa más que se acercaban con aquellas propuestas a la socialdemocracia de raíces escandinavas. Pero la respuesta de los poderes económicos, financieros y de los políticos y medios a su servicio, que en nuestro país era muy predecible, fue de una hostilidad desproporcionada mintiendo y hablando de Venezuela como en otros tiempos se hablaba de Moscú, de Pekín o de la conspiración judeomasónica mostrando, una vez más, la escasa altura intelectual de las fuerzas neoliberales y conservadoras que prefieren el insulto al debate, tal como pudimos ver en la investidura hace unos días. La actual alianza denominada Unidas Podemos va a gobernar en una coalición cuyas propuestas son de recuperación y expansión de los derechos laborales, sociales, políticos, civiles que habían sido suprimidos o reducidos; además de las profundas reformas progresistas que, de aplicarse, podrían revertir el descenso de la calidad de vida de la mayoría de la población. Unidas Podemos ha demostrado que el cambio es posible y que existe la esperanza de realizarlo por vía democrática. Los pensionistas con sus movilizaciones, el movimiento feminista, las mareas, las huelgas laborales y muchos otros han demostrado que cuando alzan la voz pueden ganar y es lo que ha sucedido en este momento histórico a pesar de la escasa e insuficiente democracia en nuestro país.

    El primer gran reto al que necesariamente llevan estas propuestas es el de reducir, ojalá se pudiera eliminar, la desmesurada y antidemocrática influencia política del poder económico y financiero a día de hoy en nuestro país, su enorme control sobre los partidos políticos, financiándolos o asfixiándolos económicamente o con el descaro de las puertas giratorias, su capacidad para limitar el abanico ideológico de los medios, de configurar y promover una ideología como el neoliberalismo que favorece sus intereses. Lo que vimos el otro día en el parlamento ha sido una muestra más de la enorme agresividad que siempre han mostrado esos poderes y que van a presentar sin descanso hacia aquellas fuerzas políticas que se propongan reducir sus intereses.

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