El día de un libro

El día del libro me compré un mortero de cerámica amarilla y verde, casi idéntico al de mis abuelos que lo tenían lleno de pesetas y algún duro perdido, que si lo encontraba mi abuela me lo regalaba. Y también me compré un libro, de una edición idéntica al que está en casa de mis padres. Recuerdo que mi hermana al terminar la lectura del libro comentó que le había gustado pero mi madre me dijo: Eres muy pequeña Belén. Tú no lo vas a entender. Tendría diez años o menos. Y lo leí por cabezonería y creo que fue mi primer libro leído en una sola tarde. Y era Juan Salvador Gaviota. Yo creía que era para niños por las letras grandes y las fotografías. Lo terminé. Y mi madre me preguntó ¿lo has entendido? Le dije que sí. Pensando que entender era solo leer. También me creí especial como Juan Salvador Gaviota, aunque descubriera que no era un niño sino un ave. Años después lo releí y comprendí que no había entendido nada. Hay una frase que me gusta de muchas y muchas: “El cielo no es un lugar, ni un tiempo. El cielo consiste en ser perfecto.” Al ser un libro sobre crecer me alegra mi lectura veloz, infantil y rebelde. ¡Feliz día de un libro!