El deterioro del Estado de Derecho
En vísperas de conmemorar el aniversario constitucional es pertinente reflexionar sobre la salud de la Carta Magna y el efectivo ejercicio de los derechos y libertades que consagra. Aunque muchos pretendan darla por superada y abrirla en canal, evidentemente hasta que se actualice ha de ser respetada, aunque desde el poder se tienda más a orillarla, si no directamente a su incumplimiento. Ello produce una verdadera degeneración del sistema: el principio de legalidad y jerarquía normativa; el abuso del decreto ley evitando el debate; la deslealtad institucional entre los partidos y las administraciones y de unas con otras; la violación sistemática de normas, la arbitrariedad en los nombramientos, incluso tras ser corregida por los tribunales; el empecinamiento decisorio tras sentencias adversas; el uso partidario de instituciones del Estado: Fiscal y Abogacía del Estado; el mercadeo parlamentario para lograr mayorías de conveniencia; la intromisión sistemática en los otros poderes. Hay más síntomas —hechos indiscutibles— que evidencian que el Estado de Derecho hace aguas y ese grave problema tiene un único remedio: el respeto de la Constitución que libremente nos dimos por consenso.