El cuento del tranvía

09 mar 2019 / 11:26 H.

Tomadas las dos primeras El Alcázar —orgullosamente de Jaén— con el paladar afrutado y, ciertamente, chispado el ánimo, me pareció ver el fantasma del tranvía recorrer la madrugada jiennense, arrastrando su pena por esa moqueta verde, sucia y ajada con la que nos hemos acostumbrado a vivir y que forma parte de nuestro paisaje del terror. Estaba demacrado, pálido y algo más delgado, no iba ni rápido, ni lento, pero iba absorto y ni hizo amago de pararse. Pensé que debajo de su moqueta está toda la pelusa que no coge en el resto de la ciudad.

También imaginé que de existir una Consejería de Lamento, Subcontratas y Agravio del territorio de la Junta se sorprendería de la maldición de sacar un proyecto en Jaén adelante. Sísifo tuvo que ser cunero de aquí y nosotros hicimos suya su condena. Aquí, en la Teruel del sur, empujamos el pedrusco cuesta arriba y antes de llegar a la cima del cerro de Santa Catalina, rueda hacia abajo. Y a esta tarea absurda dedicamos nuestras horas muertas, lamentos y escasa fortuna. Más de 120 millones de euros tirados por el suelo y, sin embargo, la Bastilla aún intacta, no está el ánimo para hacer una revolución; le falta espuma a nuestro brebaje. El viejo régimen sigue intacto en palacio y, de tarde en tarde, se mezcla con el pueblo y le seduce con los cantos de sirena del cambio que vendrá. El nuevo mester de juglaría en versión 2.0 y en redes sociales para vender el lado bueno del Jaén de luz.

—Ponte otra ronda, por favor, que quiero pensar en verde.

El recién llegado ciudadano Juan Marín se comprometió a poner en marcha el tranvía de Jaén; terció, ufano él, entre el consejero socialista Felipe López y el alcalde popular Javier Márquez para que suscribieran el último convenio escrito a cuatro manos y con la letra grande y lo más clara posible. Mas fue incunable ilegible. Creyó Marín que había llegado al cerro, pero ya sabíamos que era cuestión de tiempo que se despeñara cuesta abajo. Ni interés metropolitano ni gaitas, el tranvía de Jaén no se mueve porque a este Ayuntamiento de Jaén nunca le viene bien. Al alcalde siempre le pilla en “Una noche en la ópera”, y como si fuera un remedo de Marx (el de las barbas no, Groucho, el del bigote) le dice a cualquiera que quiera escucharlo aquello de la primera cláusula del tranvía: “La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte...”. Pero, al contrario que aquel, no está dispuesto a cortar ningún párrafo para ponerse de acuerdo con nadie.

Lo paranormal ahora en esta opereta bufa es que una vez escuchado al presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, decir que el tranvía sería una prioridad para su gobierno, el alcalde, de pronto, nos calentó la birra al sostener que, en el mejor de los casos, se pondría en marcha al final del año, lo que nos asegura una cifra mítica, cabalística, redonda: si acaso en 2020. Toda una odisea en este espacio y sin tapa que llevarse a la boca.

Ahora solo llevamos ocho años con los trenes condenados a galeras de secano, en cocheras. Que fuerza no tendrá en este PP SuperMárquez para ser capaz de enmendarle la plana al jefe y relegar tan novedosa prioridad. No hay temor de dios ni en clave orgánica ni electoral, aunque también es cierto que la desidia ciudadana a este respeto es notable, la tropa está hastiada de la matraca política tranviaria y de tropezarse con ese paisaje urbano y, de momento, no altera su voto. El delegado de Fomento, Jesús Estrella, tendrá que contratar a un avezado amanuense que redacte el convenio fetén y tiene tiempo para hacerlo. Mientras tanto, y como en “Cuento del hombre que esperaba el tranvía” de Pessoa, espero con ilusión que pase uno con el letrero exacto de mi destino, no tengo prisa, aunque vaya algo cargado...