El comienzo de todo

    02 mar 2022 / 19:17 H.
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    Con la muerte pasa como con el amor, que no tiene edad. Basta con estar vivo. La diferencia es que el amor en los años de mocedad se entiende apropiado, mientras que a edades avanzadas se contempla como irrisorio y contrario a las más exquisitas normas del decoro. Sin embargo, la muerte lleva un orden inverso: a edades tempranas es injusta y desgarradora, en cambio, cuando el fallecido ha gozado de una vida larga y fructífera, pareciera ser más justa. Se comprende tu pena, aunque se te niega el derecho a sentir demasiado. Pero una muerte esperada, casi pacífica, un apagado en cámara lenta, no es menos angustioso ni más amable. Cuando ves a tu madre perder las fuerzas, la mirada e incluso la voz, maldices hasta que solo te queda una súplica: que no sufra. Una madre es el comienzo de todo. Jamás escuché una verdad más grande. Me habría gustado que la frase fuera mía, pero, en realidad, fue el sentido consuelo de un amigo. La vida se le escapó poco a poco. Ya no la puedo llamar para decirle que llegué bien, solo llorar mientras deshago su vida en cajas. Perder a una madre es desolador, a pesar de la certeza de que el tiempo pasará, que volverás a levantarte y sonreirás. Pero lo harás de la misma manera que ella se fue: poco a poco.

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